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Abdu Eljaiek: 90 años de autenticidad, dignidad y belleza

María del Pilar Rodríguez escribe sobre los 90 años del maestro de la fotografía Abdu Eljaiek

Abdu Eljaiek celebró el pasado 28 de febrero sus 90 años de vida, como desde que se acuerda: con una cámara en la mano. La misma que hoy le da la satisfacción de saber que el Banco de la República ha adquirido más de 25.000 de sus imágenes, para que Colombia nunca olvide la ética de la poética que su trabajo inmortaliza.

Muestra en la pantalla del ordenador -que explora con avidez juvenil- sus más recientes creaciones: esas que gesta en su jardín, donde identifica universos con la nueva cámara, que asegura tiene tantas opciones que parece puede hacer “hasta niños de probeta”. La sed de imagen de Abdu Eljaiek está intacta, y aunque con un paso más sosegado, no ha dejado de ser el innovador que aquel 1969 escandalizó a más de uno cuando exhibió por primera vez un desnudo fotográfico femenino en el Centro Colombo Americano de la capital. La modelo era la también fotógrafa Dora Franco, y la locación: la biblioteca de Eduardo Mendoza.

“Hoy, como siempre, fotografío lo que venga”. Explorador incansable, tiene la mirada entrenada para encontrar lo sorprendente en lo aparentemente anodino. La vida le ha enseñado a no despreciar ningún tema, quizá por ello es uno de los pocos fotógrafos colombianos que ha creado con igual calidad retratos, obras alrededor de lo arquitectónico como de lo natural…

La fotografía más que un oficio es la vocación angular de este hombre que en la lente y sus consecuencias encontró hasta el amor. Vicky, su amada Vicky, esa que solo la muerte hace unos pocos años le pudo arrebatar, llegó a su vida textualmente como una revelación. En los oficios del cuarto oscuro donde manejaba la luz, tal cual en el jardín al que él hoy le rinde culto, y en los hijos que con él tuvo: Pilar, Esteban y Hernando.

Profesor de fotografía durante muchos años, no son pocos -incluido su hijo Esteban- quienes le deben a su dedicación, claridad, generosidad de conocimiento y capacidad de asombro, vivir de la imagen en la era de la imagen. Su enseñanza angular: la economía del disparo. Considera que no es necesario hacer infinidad de capturas para obtener un buen resultado. Aún ahora trabajando en digital.

Amigo de sus amigos, habla con especial afecto de los fotógrafos de su generación, que se encontraron con el oficio fotográfico por una vocación que admitió el diálogo y la camaradería, quizá porque como autodidactas el escuchar y el observar definía su futuro… Solo recuerda una vez en la que tuvo una desavenencia con una amigo… Justo, el que sin ser fotógrafo, más mágicamente lo fotografió: Alejandro Obregón.

Había llegado a Cartagena por gestión de Fausto Panesso a hacer unos retratos del pintor, cuando se fue la luz. Y a la luz de las velas Obregón insistió en que Abdu tomara un ron, pero el fotógrafo se aferró a la Coca Cola, ante la molestia de su anfitrión que tomó a media luz la cámara, y sin trípode ni instrucción, sacó la imagen de quien para él solo tenía el pecado de no beber alcohol.

Una anécdota de las muchas que pueblan la memoria de este fotógrafo que recordando su posición en la exhibición permanente del Museo Nacional, vuelve a saborear la sorpresa de cuando supo que uno de los gatos de esa institución había sido bautizado en su honor. Entre otra variedad de experiencias, hijas de las varias oportunidades en que se desempeñó como el fotógrafo oficial del presidente, o cuando fue invitado por el gobierno de los Estados Unidos a hacer un largo viaje para documentar ciertos territorios de su país, o las veces que ha expuesto en diversas latitudes y sin embargo, el gran regocijo de su vida sigue siendo su familia.

Habla con su nieto Esteban de otros tiempos, y de los nuevos hallazgos que ha hecho en el programa de edición, pide le traigan nuevos lentes, pues no es un principiante para capturar con una sola opción, juega con su French Poodle, y cuando se le pide que cuente como tomó la impresionante foto del ave en pleno vuelo que corona su comedor, explica técnicamente como si le hubiera tomado hace unos minutos.

Se niega a titular sus obras, si le piden un título: dice un número, la imagen para él se sostiene por su propia fuerza, no por las explicaciones que se le anexan. Por ello mi invitación es a verlo, a explorar su trabajo y permitir que sus ideas nos abran los sentidos a una Colombia que durante décadas Abdu Eljaiek ha retratado como un pacto inquebrantable con la autenticidad, la dignidad y la belleza.

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