Este domingo, 29 de mayo, Gustavo Petro, candidato del Pacto Histórico, no logró los votos necesarios para cumplir con su slogan de campaña “el cambio en primera”. Ahora, irá a la segunda vuelta con el candidato independiente Rodolfo Hernández.
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Petro creció y estudió en Zipaquirá, es el mayor de tres hermanos, de un familia de clase media, con padre costeño y madre del interior. Esa mezcla también pervive en su carácter: tímido, callado y ufano en lo personal, como se le describe, pero un gran orador y cómodo cuando sube al escenario de una de las plazas públicas que llenó durante la campaña.
Su paso por la guerrilla
”Una vida, muchas vidas”, la autobiografía que publicó pocos meses antes de la campaña, da cuenta de que siempre se ha sentido fuera de lugar, solitario, dejado de lado y también de cierta arrogancia con la que se ha sobrepuesto a muchas situaciones de su vida.
En el colegio La Salle de Zipaquirá, el mismo por donde pasó Gabriel García Márquez, contestaba a los curas con altanería y allá comenzó en la militancia, leyendo a intelectuales marxistas, hasta que en 1978, con 18 años, decidió entrar al M-19, donde realizó sobre todo labores de enlace urbano y no tanto lucha armada, hasta su desarme en 1990.
De esos 12 años que vivió en las filas del “eme” bajo el nombre de “Aureliano”, como el personaje de “Cien años de soledad”, tres los pasó en la clandestinidad y otros dos en prisión. Lo capturaron en 1985 en Bolívar 83, el barrio popular de Zipaquirá que ayudó a fundar, y lo torturaron como a tantos miembros de la guerrilla en la época.
”Yo no sentí el dolor de la tortura hasta cuando llegué a la cárcel. Durante los oscuros días de las golpizas, jamás me sentí doblegado físicamente, aunque psicológicamente fue difícil porque sentí que, de alguna manera, mi vida había cambiado”, describe en su autobiografía.
La toma del Palacio de Justicia, uno de los episodios más oscuros del M-19, le tomó a Petro en la cárcel y por su cargo, muy bajo en la organización, poco podría saber de ese intento de toma que acabó avasallado por el Ejército y con casi un centenar de víctimas mortales.
Petro ganó popularidad a principios de los 2000 por sus denuncias de los nexos entre políticos y paramilitares en lo que se consideró “parapolítica”, volviéndose también un dolor de cabeza para el expresidente Uribe y consiguiendo el enjuiciamiento de varias personas.
En 2011 fue elegido como alcalde de Bogotá por la formación Progresistas. “Soy el candidato del progresismo”, repite a menudo, para salirse de la casilla de “izquierdas”.
Quienes trabajaron con él en la Alcaldía dicen que no es fácil de tratar, que no es muy dado a colaborar en equipo y que toma las decisiones solo. Eso impulsó numerosas renuncias y el cambio de más de medio centenar de altos directivos en los cuatro años de gestión.
Su carácter de no tener miedo al enfrentamiento también le valió una destitución por parte de la Procuraduría, que por sus decisiones en la gestión de la recolección de basuras de la ciudad quiso su muerte política y que la Corte Interamericana de Derechos Humanos revocó.
Petro está casado y es padre de seis hijos con diferentes mujeres.
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La tercera es la vencida
En su tercer intento por la Presidencia logró llegar a la segunda vuelta para tratar de llegar a la Casa de Nariño. En su campaña participa el senador Armando Benedetti que ha pasado por numerosas formaciones de diferente signo y es una de sus personas más cercanas ahora mismo.
En 2010, en su primer intento con el Polo Democrático, sacó apenas 1,3 millones de votos y en 2018 se quedó, con más de 8 millones, a un paso de llegar a la Casa Nariño. Ahora, tras dejar algunas de las ideas más radicales de izquierdas atrás y queriendo sumar fuerzas más tradicionales logró tener más de 8 millones de votos.