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20 años después de la masacre, Bojayá sigue sufriendo por la violencia

En Bojayá se cuentan por decenas los jóvenes que han acabado con su vida ante el temor a ser reclutados.

Las heridas de la masacre cometida en 2002 por la entonces guerrilla de las FARC en Bojayá, una de las más cruentas del conflicto armado colombiano, siguen abiertas 20 años después y sus habitantes temen una repetición ante la violencia sinfín que hoy tiene como protagonistas a otros grupos armados.

El 2 de mayo de 2002 las FARC lanzaron un cilindro bomba contra las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el explosivo cayó en la iglesia de Bojayá donde se había refugiado parte del pueblo, una matanza en la que murieron al menos 86 personas aunque otras cifras hablan de 119 asesinados y decenas de heridos.

Es por ello que este lunes los pobladores de este pueblo remoto, situado a orillas del río Atrato, en el selvático departamento del Chocó, hicieron una peregrinación y otros actos en conmemoración de esta masacre que dos décadas después aún cubre de dolor y llanto a los sobrevivientes, familiares y amigos de los fallecidos y a todo el país.

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La violencia persiste en Bojayá

Las FARC pidieron hoy perdón “a Bojayá y a toda Colombia por los hechos sucedidos hace 20 años”, pero en la zona persiste la violencia de otros grupos como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), herederas de los paramilitares.

El Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, que organizó las conmemoraciones, alertó que desde enero del año pasado han ocurrido en este municipio “ocho eventos de confinamiento” que han afectado a más de 7.800 personas.

Las causas de estos confinamientos son las amenazas de muerte; la existencia de minas antipersonales y munición sin explotar, y los enfrentamientos entre grupos armados, entre otras razones.

Esta es la principal razón por la cual los bojayaceños temen que vuelva a ocurrir lo que sucedió hace 20 años mientras esperan “verdad, justicia, reparación y no repetición para los pueblos”.

“Perdimos la gente, perdimos el territorio, perdimos la voz, pero no perdemos la esperanza de ver un nuevo amanecer de paz para el Chocó”, dice el Comité.

Y no solo es eso, en Bojayá se cuentan por decenas los jóvenes que han acabado con su vida ante el temor a ser reclutados por los grupos armados ilegales armados tras la masacre de 2002.

Leyner Palacios, que perdió a 32 familiares y amigos en la matanza y hoy lucha por la paz de Colombia como miembro de la Comisión de la Verdad, alertó que “más de 50 jóvenes después de la masacre han decidido ahorcarse para no ser reclutados”.

El día de ayer una niña de tan solo 8 años de la comunidad (indígena) emberá tomó la fatal decisión de suicidarse para no ser víctima del reclutamiento por parte de grupos armados”, añadió el comisionado, ganador en 2017 en Ottawa del Premio Pluralismo Global por reivindicar los derechos y la lucha de las víctimas del conflicto.

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Recuerdos dolorosos en Bojayá

Faustino Flores Palacios, que tenía 12 años cuando fue perpetrada la masacre, dijo entre lágrimas a Efe: “Yo perdí a mi papá y a mi hermanito, unos primos y perdí muchos familiares. Para mí es muy duro y doloroso llegar acá porque me invade la nostalgia, me da mucha tristeza venir acá porque son muchos recuerdos”.

Es por eso que la procesión de hoy partió de Bellavista Nuevo, el pueblo que se construyó a orillas del río Atrato como cabecera municipal de Bojayá después de la matanza, y llegó hasta el Bellavista Viejo, donde están las ruinas de la iglesia.

En el recorrido de unos 10 minutos en lanchas por el río Atrato, porque no hay carreteras en la zona, sobrevivientes y familiares de las víctimas, acompañados de indígenas, autoridades, diplomáticos y representantes de organismos internacionales llevaron el “Cristo Mutilado”, que estaba en el altar de la iglesia destruida, y que se convirtió en símbolo de la matanza.

En los actos, la directora de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), Luz Marina Monzón, hizo un llamado a las autoridades competentes para que “se reconozca la crisis humanitaria pero con un plan de acción”.

“Es urgente actuar y de manera eficiente para que se cumplan las reparaciones”, expresó la funcionaria.

Justamente el Comité de Víctimas de Bojayá lamenta que en 20 años “no ha habido nadie que le cumpla el sueño a las víctimas de tener un sendero ecológico de la memoria que conecte a Bellavista Nuevo con el viejo, contando en la línea del tiempo los ciclos de violencia”.

“Cuánto no quisiéramos haber tenido el poder de congelar el tiempo y no estar aquí hablando con el corazón cargado de tristeza y de dolor, sino con el corazón lleno de alegría viendo los rostros de los 48 niños y niñas que murieron en aquel 2 de mayo de 2002″, señala el Comité de Víctimas.

Y a continuación agrega: “hoy muchos ya no serían niños, ya habrían hecho su bachillerato, culminado una carrera universitaria, otros quizás ya serían padres de familia”, con un dolor que, pese al paso del tiempo, se mantiene.

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