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Prácticas sostenibles de palmicultores de María La Baja los han llevado a las estanterías del mundo

El aceite de palma es uno de los principales insumos para la industria cosmética.

Una de las principales zonas de palmicultura en el país en María La Baja, un municipio situado en el departamento de Bolívar, que hace parte de los Montes de María, una región ampliamente golpeada por el conflicto armado.

Sin embargo, desde el año 2000, a través del empresario Carlos Roberto Murgas y su compañía Oleoflores, que ha promovido modelos asociativos, muchos agricultores encontraron en el cultivo de la palma una actividad económica rentable que les ha permitido mejorar su calidad de vida. Las condiciones de la tierra, su ubicación geográfica y el acceso al Distrito de Riego María La Baja (hecho en los años 60) han hecho que la zona sea perfecta desarrollar este tipo de cultivo.

Para Marcos Rafael Arrieta Ochoa, campesino oriundo de María La Baja, ser palmicultor le permitió, como a muchos, salir de la quiebra en la que los había dejado un cultivo de arroz fallido. Emprender en este negocio le ha significado unión familiar e ingresos para que ahora sus nietos puedan ir a la universidad, así como tener una vida digna.

“Además, nosotros somos también somos socios de la planta extractora. Tenemos tantas acciones como hectáreas y de eso también recibimos dividendos”, explica Arrieta, quien se considera un palmicultor mediano con siete hectáreas sembradas, cinco son del él y las otras dos son de su esposa.

“Yo tengo mucho amor por esta tierra que me ha dado todo a mí y a mis hijos, mis nietos y mis nietas. Gracias a estas tierras ellos han podido ir a la universidad. Para mí ha sido una maravilla ser palmicultor. Pequeños, medianos y grandes han tenido un cambio. Las ganancias han sido buenas”, indica.

Por su parte, Yolanda Caraballo, también palmicultora, estaba en Venezuela cuando llegaron a proponer el negocio de la palma. Entonces toda su familia se dedicaba al cultivo de arroz, pero estaban endeudados con el Banco Agrario porque no había mercado. Cuando llegó la propuesta decidieron acogerse y hoy se encuentran agradecidos por ello.

“Aquí también sembramos maíz, yuca y papaya, en el mismo cultivo, y salen maravillosos. Tenemos el sistema de riego para el verano, porque igual acá llueve mucho. Gracias a esto todos nuestros hijos y sobrinos han logrado ir a la universidad. Además, la palma también ha becado a muchos hijos de palmicultores (a través de la fundación FundeMaría), es una maravilla. Entra el dinero y todo el mundo hace su vida, una vida resuelta, y se está cuidando el medio ambiente”, dice Caraballo.

Hoy, de la mano de un proyecto de las multinacioales Henkel y Solidaridad, muchos de estos palmicultores están adoptando prácticas sostenibles a las que le quieren seguir apostando para asegurar una cadena se suministro con menos impacto, algo en lo que se puede decir que ya son un ejemplo para el mundo.

“En María La Baja encontramos varios elementos claves para el éxito de del cultivo, pero también para llegar a la sostenibilidad de este. Por un lado, encontramos una empresa que compra el producto (Oleflores), lo que genera una estabilidad financiera, pero también está la cercanía al puerto, que permite la exportación con menores costos logísticos. Por otro lado, para estos cultivos no se ha requerido talar bosques o alterar zonas naturales, así que lo que hay que hacer en las áreas cultivadas es mejorar y optimizar sus procesos”, dice Joel Brounen, director de la multinacional Solidaridad en Colombia, aliada de Henkel para garantizar una cadena de valor que sea sostenible y socialmente responsable.

A la fecha en la zona se está trabajando en la búsqueda de una certificación sostenible que permita llegar a mercados internacionales que quieren pagar un mejor precio por ello. Es por ello que, por ejemplo, en los cultivos de María La Baja que hacen parte del proyecto de Henkel, del que hacen parte 723 beneficiarios, no se están usando químicos ni pesticidas y está garantizada la formalización del trabajo.

“El objetivo de Henkel es poder asegurar su cadena de valor, es decir que desde María La Baja hasta las estanterías de Europa y Estados Unidos podamos asegurar que nuestras cadenas de suministro tengan prácticas sostenibles y responsables y con acuerdos laborales. La idea es poder generar soluciones y productos que tengan este valor agregado, pues es una responsabilidad adquirida dejar menor huella a lo largo de toda la cadena. Estamos dejando conocimiento instalado a través de nuestros productores de palma que agreguen valor a su país”, explica María Ximena Marín, gerente de comunicaciones de Henkel.

El aceite puro de palma extraído en María La Baja actualmente se está utilizando para la elaboración de shampoo de la marca Nature Box, que llega a más de 10 países de Europa. También se empezará a utilizar próximamente para la elaboración de jabón de la marca Dial, ampliamente reconocida en Estados Unidos.

El proyecto de María La Baja dirigido por Oleoflores cuenta hoy con cerca de 11.500 hectáreas de 950 productores que generan una producción superior a las 120 mil toneladas de fruta que es procesada en la Planta extractora María La Baja, con capacidad para procesar 30 toneladas de fruta por hora.

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