Ahora, cuando el Armagedón se avecina, muchos aprovechan. Hacen, como dicen que dicen en China, “de la crisis una oportunidad”. La banca difiere créditos y aumenta intereses. Los inventivos fabrican mascarillas o tapabocas lavables (iniciativa meritoria, en tanto satisface demandas vitales y ofrece oportunidades laborales). Otros luchamos por no rezagarnos del ejército de emprendedores y ‘reinventarnos’… “que llaman”.
La naturaleza me dio como muy discutible y único don el de escribir. Por eso, ante la crisis ‘cuarenténica’, ando contemplado alquilar mi pluma para cuanto oficio por encargo se presente, ¡Y con resultados garantizados!: redactar despedidas, condolencias, recetas, confesiones, disculpas, nombres rebuscados de platos tipo cocina-fusión, listas poéticas de mercado, súplicas de prórrogas para deudores, circulares de juntas administrativas de edificios, cuentas de cobro amables o amenazantes, versos de reconciliación para cónyuges corneados, discursos de aniversarios, funerales, fiestas de 15 y declaraciones para pretendientes tímidos. Incluso lo más complicado: solicitudes de crédito a bancos.
De tantas opciones una me seduce muchísimo: los epitafios. Y no por frívolo. La muerte me infunde respeto. La he tenido demasiado cerca en estos días como para reírmele. Pero, ausencias y mercantilismos aparte, un epitafio constituye el magno compendio de nuestro tránsito por esta dimensión, remeda la eternidad en una frase y amerita relevancia. La gente casi ni los usa, quizá porque ser enterrado ya “se estila poco”. Mi emprendimiento habrá de ser, pues, una agencia de epitafios. ¿La meta?: revitalizar y hacer trendy lo que hoy es ‘letra muerta’ y lotes sin valor. ¿El nombre?: Epitafios Inc. ¿El slogan?: “donde yacerá su futuro”.
Habrá, primero, que convencer a la clientela de que un epitafio dura “toda la vida”, lo que de entrada implica un desafío conceptual. Superado ese escollo será preciso persuadir al futuro finado de cuánto conviene ocuparse del epitafio propio con anticipación. ¿Las innovaciones? Epitafio virtual en tweets y en ‘memes’ con posibilidad de ser impreso en alta resolución. Descuentos en pagos por adelantado. Modalidades de cancelación a cuotas o contra-entrega. El cliente ‘prepago’ podrá revisar su epitafio en vida y el diseño de lápida correspondiente, para dejarlos aprobados antes de partir. Así conocerá con certeza aquello que la posteridad le deparará. Al difunto insatisfecho le será devuelto el dinero… previa reclamación tramitada por el difunto, naturalmente.
Epitafios Inc. se acogerá a criterios de calidad ISO 9000 concernientes a tipografías, ornamentaciones y escritura. La fuente Comic Sans estará proscrita por el manual de estilo. Cada epitafio será sometido a corrección ortotipográfica. O imagínense condenar a un gramático a que ‘DESCANCE en paz’. La agencia se especializará en epitafios a la medida. Uno para alquilador de celulares: “Se quedó sin minutos”. Uno sonoro para personalidad del jet-set cultural: “Ojalá todo el mundo Zea como doña Gloria sea». Uno para hippie cannabinófilo y bacán con ínfulas de chamán: ‘Chao, man’. ¡Yo ya tengo el mío!: «el futuro está escrito en el pasado. Sólo hay que saber leerlo». Espero algún día sea esculpido en el Cementerio Central de Bogotá o en el Libre de Circasia, destinos donde me gustaría distribuir mis restos.
¿Será esta empresa viable? Como afirman los ingenuos: ¡se vale soñar! Aunque bien sepamos que los epitafios suelen ser exagerados, cuando no mentirosos, y que el único y verdadero epitafio es aquel que uno va cincelando con cada acción. Ese y sólo ése documentará lo que quede de nosotros en el cosmos. Hasta el otro martes.