La crisis mundial pandémica mas reciente, bárbara y mortal es sin lugar a dudas el COVID-19, la pandemia creada en laboratorio para ganar una guerra sin disparar una sola bala, el inicio de una era de guerras biológicas en donde la muerte la trae un apretón de manos, un beso y un abrazo, justo cuando lo ánimos en el mundo estaban bien caldeados por cuenta del petróleo, en donde no bastaron los bombardeos a refinerías con intereses de EEUU en Afganistán, y desde luego las escaramuzas entre los Estados Unidos, Irán, Rusia y China, las cuales recientemente le costaron la vida a un centenar de civiles inermes a bordo de un vuelo comercial de Ucrania cuando sobrevolaba el espacio aéreo de Irán.
Todo ello en medio de un mundo demasiado agitado por cuenta de la especulación del petróleo, en donde el mayor país que posee crudo en este momento en el mundo es Venezuela con un poco mas de 300 millones de barriles, país cuestionado por la “comunidad internacional” y lo pongo entre comillas porque en medio de tanto cuestionamiento al régimen de Nicolás Maduro, la misma comunidad premia al régimen con una posición en la comisión de derechos humanos de la ONU, como si en el régimen se respetaran los derechos humanos. No es coincidencia que en medio de un caos internacional, en medio del empoderamiento de un nuevo orden global, los países menos afectados sean precisamente China y aquellos donde la disciplina impera.
Desde la plaga de Atenas, que fue una especie de gripa que dejó cerca de 160.000 víctimas en la antigüedad (430 a.c.), pasando por la gripa de Hong Kong en los 70 que dejó cerca de 2 millones de víctimas, pasando por el ébola, la gripe aviaria o el sars, han surgido muchas hipótesis alrededor de estas epidemias que sin lugar a dudas han generado miedo y demasiado muertos. Las primeras están ligadas a quienes manejan el poder mundial, que obviamente pocos o muy pocos creerían que dentro de ese club se encuentran los dueños de los principales bancos del mundo y sus franquicias, aseguradoras y desde luego farmacéuticas, siempre las cuales al final de la pandemia y luego de que hayan desocupado el planeta unos tantos, aparecen como por arte de magia con la receta médica que erradicara la peste.
Eso no es coincidencia, pero sí es coincidencia -cambiando de enfoque-, que en medio de todo lo que quisieron enlodar al gobierno de Iván Duque y a su mentor, Álvaro Uribe, aparezca esta pandemia que azota al globo, y es apenas coincidencia como suele suceder, que un vulgar, vagabundo y mal hablado fantoche pretenda poner en tela de juicio la elección del gobierno actual, la rectitud en el proceso electoral que llevó a ganar las elecciones al presidente Iván Duque. Ni la campaña, ni sus directivos, ni el presidente Duque, ni el expresidente Uribe pueden ni deben responder por las picardías, exageraciones, o vagabunderías que hagan terceros, y menos cuando no existe elemento de convicción si quiera que amerite investigación alguna, solo habladurías de un embaucador.
Tampoco es coincidencia que justo cuando llega nuevo Fiscal General salgan de manera mágica dichas transliteraciones de las “interceptaciones”. Tampoco es coincidencia que busquen intentar desprestigiar de esta manera a Álvaro Uribe y su partido una vez mas, justo cuando vienen decisiones judiciales que trascienden a la esfera política.
Lo que espero que sí sea una coincidencia es que la “reforma a la justicia” que presentaron en nombre del gobierno nacional no sea producto del miedo por el coronavirus, porque como está, esa reforma parece mas un saludo a la bandera a los que votamos por el gobierno Duque y una congratulación con el poder judicial que está tan de capa caída.