Columnistas

Un noticiero de Netflix

Ya no es ficción que todo se está yendo a la mierda. Bolsonaro, Trump y Duque son ejemplo de que no es necesario seguir una serie apocalíptica para empezar a ver el fin del mundo. Los noticieros hacen revolver el estómago de cualquiera con sus mentiras disfrazadas de objetividad, pero pasan por “decentes” con tantas páginas de noticias falsas que inundan internet. Fuera de la ficción que se vende como realidad, la ficción que se vende como ficción lo hace mejor. Series como La Casa de las Flores y Élite logran el objetivo de empujar a una parte de la sociedad a cambiar los imaginarios que nos tienen eligiendo idiotas en el poder. Por fortuna se puede reflexionar sobre la realidad en estas producciones, en vez de tragar entero con la doble moral del sobrevendido mal periodismo.

Y es que Netflix, que entendió la segmentación de audiencias y le apuesta a contenidos de calidad, entretenidos y transgresores, debería entrar el mundo del periodismo para hacer una propuesta de cómo se puede informar en un escenario en el que se cree cada vez menos en los medios tradicionales. Los buenos documentales que se encuentran es su plataforma demuestran que a nivel narrativo la tienen clara. Los capítulos de Abstract: The Art of Design son una joya a nivel audiovisual gracias a que toman personajes del campo del diseño para inspirar a potenciar la creatividad y a repensar el mundo con el espíritu del arte; y qué decir sobre el documental Voyeur, que permite analizar la investigación periodística de la mano del maestro de maestros Gay Talese. Ambos, aunque hacen parte de un género cinematográfico, son ejemplos más interesantes en cualquier escuela de periodismo para tratar temas como la narrativa de no ficción y la ética, en vez de las crónicas y reportajes sensacionalistas que aún sobreviven en la televisión tradicional.

A Netflix News no lo imagino bajo el formato presentador vanidoso, entrevistas con expertos comprados o periodistas con cara de “les tengo la única verdad”. No, la innovación podría ser la clave para que el periodismo narrativo tuviera un nuevo respiro con la mezcla de formatos y con la independencia de tratar temas tabúes que pasan agachados en la agenda informativa. Reconozco la necesidad de los medios de subsistir a nivel económico, pero casos como The New York Times demuestran que se puede hacer buen periodismo con el apoyo de la audiencia, que está dispuesta a pagar por la coherencia entre los valores de la marca y la información que se transmite.

 Hay que dar respuesta e esos jóvenes que salen a las calles a pedir mayor inversión en educación y que son críticos con la prensa. Ellos exigen contenidos más rigurosos en investigación, más coherentes con la realidad y con mayor participación de la audiencia. No sé si sea Netflix o un medio independiente el que permita que el periodismo recupere su esencia y deje de ser complaciente con los grupos de poder, lo que sé es que la ficción que se vende como ficción, a través de películas y series, por ahora está reemplazando el rol del periodismo en impulsar las transformaciones sociales.

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