Yo creía en la Mujer Maravilla hasta que a mi vieja le dio cáncer. Un amigo me dijo que como le ganó a la enfermedad, entonces sí es la Mujer Maravilla. Pero luego de pensarlo mucho concluí que no, que a una súper heroína no le dan enfermedades y por lo tanto afirmo que no existe.
Hasta hace pocos meses que se jubiló, siempre vi a mi vieja trabajar como una hormiga. Y siempre le dije que ella era la hormiga que más trabajaba. Cuando mi viejo se quedó sin trabajo ella siguió trabajando y trabajando como una mujer súper poderosa. Era profesora en un colegio, y cuando llegaba a la casa daba clases particulares. Además hacía la comida, lavaba los platos y por la mañana preparaba y servía el desayuno. No me acuerdo de haberla visto enferma y jamás la oí quejarse. La criaron católica, pero hace más de veinte años se convirtió en protestante y su fe siempre ha sido su talismán. Mi vieja tiene línea directa con Dios, pero ese es otro tema.
Yo la veía invencible, y jamás me había planteado su muerte. Luego de la operación, mientras se recuperaba antes de la radioterapia le dije que iba a estar bien porque era muy fuerte, como la Mujer Maravilla.
“¡Yo no soy la Mujer Maravilla y tampoco soy fuerte! ¡Soy débil y tengo mucho miedo!”, dijo llorando con los ojos muy hinchados y las pestañas en grupitos.
Estaba acostada en la cama de su habitación del hospital, muy hinchada, llorona, abatida y vencida como jamás la había visto. Decía que no sabía si iba a poder recuperarse, y no lo hacía por llamar la atención, estaba convencida. Quizá ese mismo día ambas supimos que la Mujer Maravilla no existe, y que no existen las mujeres súper poderosas. Existen las de carne y hueso, las que se rompen, se dañan y se mueren. Las que se arreglan. Las que se vencen, las que temen, las que lloran, las que piden ayuda y esas que pueden solas. Hay mujeres fuertes, muy fuertes. Yo me considero una de ellas, y sin embargo me rompo. Hasta ahora me he compuesto y he seguido adelante… en algunas áreas de mi vida, porque en otras ni siquiera tengo el control.
Nunca me interesaron los súper héroes. Nunca me disfracé como uno y nunca me vi sus películas. Solo me interesa Jessica Jones porque es alcohólica y tiene un amante que es el negro más delicioso que me han mostrado el cine y la televisión. Puedo comprender el alucine de los niños pero no entiendo la fascinación que tienen los adultos por los súper héroes. No entiendo esa gente que habla de la ficción como si se tratara de la vida real. Y en la vida real me preocupa el concepto que pretende vendérsele a las mujeres sobre la Mujer Maravilla.
Quizá soy demasiado pragmática, pero prefiero que el mensaje sea que somos de carne y hueso, que nos podemos equivocar, que podemos fallar en aquello que nos proponemos, que somos normales, joder. Quizá así todo sería más normal y menos traumático. Yo prefiero heroínas de verdad como Cleopatra o Amelia Earhart, Isabel I de Inglaterra, Juana de Arco, Frida Kahlo o Rosa Parks, Michelle Obama, Angela Merkel y Iris Apfel, por ejemplo. Y prefiero que si se van a poner una camiseta de la Mujer Maravilla con el objetivo de dar un mensaje de empoderamiento femenino, un mensaje feminista al fin y al cabo, que mejor le inviertan esa platica a una camiseta que de alguna manera beneficie a las mujeres, y no al mega imperio que es DC Comics, hijo de Warner Bros. Pictures, que a su vez es hijo de Time Warner.
¿Que si me vi la película? La veré en mi laptop cuando la pirateen en internet, porque para mí Gal Gadot está al mismo nivel de Monica Bellucci. Ya quiero verle esas piernas kilométricas y esa sonrisa hipnotizante de mujer que ha pasado por el ejército y puede ahorcar a un hombre con los muslos… pero ese también es otro tema.