En medio del constante bombardeo de información que recibimos a diario, tanto de los medios de comunicación como de las redes sociales y plataformas de comunicación, parece ser que nuestra actitud se convirtió en un reflejo condicionado, en el que ante cualquier cosa que se ve o recibe, la primera e instintiva reacción es responder lo que sea, pero responder.
Hemos pasado a ser una sociedad reaccionaria ante todo, y lo más complejo del tema es que esas reacciones habitualmente son críticas o juicios de valor que les ponemos a las cosas etiquetándolas de “malas” o “peores”, y en general se está olvidando esa bonita costumbre de pensar antes de opinar, o tan si quiera analizar antes de lanzarse a juzgar.
Cuando un gobierno anuncia una nueva política, se muestra un comercial sobre un nuevo programa de televisión o simplemente vemos o escuchamos la opinión o un comentario de alguien frente a cualquier tema, la mayoría de veces el primer impulso es responder con una crítica o un juicio. Y ya sea que se exprese abiertamente o solo sea ruido en la mente, criticar se convirtió en un reflejo que está contaminando la cotidianidad.
Y eso no es ejercer el libre derecho de opinión, ya que el formarse una opinión requiere de cruzar varios puntos de vista y pensar un poco sobre lo que se va a decir para luego compartirlo, eso es simplemente criticar por criticar. Cuando una persona reacciona de esa manera solo logra cargarse de negatividad, ya que se está ejercitando en ver siempre lo malo a toda situación, es ese tipo de personas que le ven un problema a cada solución.
Es importante hacer un minuto de silencio, no de manera lúgubre, sino, por el contrario, para tener un espacio donde con tranquilidad podamos analizar lo que pensamos, sentimos y así se puedan organizar de una manera eficiente nuestras ideas. Un minuto de silencio para realmente escuchar y organizar lo que recibimos, antes de etiquetarlo, criticarlo o juzgarlo. Un minuto para permitirnos descubrir lo que realmente nos quieren decir y tratar de ver desde otro punto de vista las cosas.
El silencio siempre es oportuno, y para quien sabe escuchar jamás es vacío. El silencio puede ser una herramienta que nos permita reaccionar de una manera más apropiada, es decir: constructiva.
Cuando reaccionamos por reflejo ante un comentario, una opinión o una actitud estamos entregando toda nuestra autonomía y todo nuestro poder, y es muy probable que terminemos por hacer o decir algo inapropiado. Un minuto de silencio es darnos la oportunidad de poner todo en perspectiva para llegar a ser más acertados con lo que decimos y decidimos.
Tal vez parece que la vida va muy rápido en estos tiempos, pero por andar en automático se nos ha olvidado que somos nosotros quienes tenemos el pie en el acelerador. Sin importar el momento del día o la situación que en este momento estés pasando, suelta por un instante ese acelerador, respira profundo y toma un minuto de silencio… no hará ningún daño y, por el contrario, es muy factible que a partir de ese minuto empieces a vivir mejor.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.