Martínez Borja pudo unir, con goles, dos momentos: el último suspiro en la B en aquel recordado encuentro frente al Quindío, que terminó siendo el de su propia refundación luego de haber emergido del fondo de una estructura ruinosa que parecía no pararse, y el primer triunfo en la A del América después de tanto tiempo por fuera del circuito superior.
Le ganó en un partidazo al Junior, seguramente el adversario más difícil de estas primeras tres fechas en las que las angustias del redebut frente a Rionegro –y las acertadas manos del rarísimo arquero Ernesto Hernández– y la visita a Ibagué que siempre ha sido complicada –tan complicada para ellos como para el local, que, ganando, terminó sin DT–, embolataron la posibilidad de triunfos. Así, de a poco, América vuelve a sentir la horma de la primera división en su cuerpo, pero mientras se acomoda su ropaje, probablemente tendrá que vivir algunos bombardeos como los del Junior en el segundo tiempo. Y es ahí cuando uno se acuerda de sus hinchas, los mismos que, a pesar del dolor que significó irse literalmente al infierno –no hay torneo más jodido que la B y basta preguntarles a ellos para que den testimonio–, entiende que cada jugada para ellos es sufrimiento en estado puro.
Alejandra López es hincha a muerte del rojo y una escritora del carajo. Su papá, me contaba ella, la llevaba al Pascual Guerrero y recuerdo los padeceres de ella y de otros grandes amigos del rojo –Goyo Peñaloza, Christian Mejía y Antonio José Caballero, entre los más venenos– en ese trasegar humillante, pero sanador de la segunda. Alejandra tomó la herencia de casa y en los tiempos más difíciles se iba a ver a su club en Techo. Y ella –me acuerdo también del gran Christian– no soportaba que Fortaleza siempre les metiera la mano. Pero el peregrinaje seguía y cada año, con las piernas más pesadas, el anhelo era salir de semejante hoyo.
Alejandra, en tiempo récord e incluyendo entrevistas y testimonios magníficos de varios de los que hicieron grande la historia de su América, se puso a la tarea de hacer su propia sanación, escribiendo el libro oficial del ascenso del América. Se llama Y dale rojo, dale, es editado por Intermedio y el prólogo lo escribió uno de esos hinchas acérrimos de ‘la Mechita’: Iván Mejía. Ahí está compilado todo lo doloroso, pero también lo que el aficionado atesora como sus grandes orgullos: los títulos y las vueltas olímpicas que seguramente, en primera, el América volverá a dar.
Para los hinchas rojos este libro –que debe estar a la venta a finales de febrero– será una biblia, un testamento que por fortuna se podrá leer, no después de la muerte sino justo en el instante de su resurrección como institución. Porque ese testamento es lo que el América les ha dejado a sus hinchas en el corazón. Y se sabe que el corazón del fanático jamás dejará de palpitar.
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