Por: Juan Carlos Prieto García // @jackpriga
A propósito de la conmemoración del Día Internacional de lucha contra el VIH/SIDA a realizarse este 1 de diciembre, son muchos los retos que surgen a nivel estatal, organizativo e individual para frenar de alguna manera esta epidemia (declarada desde 1983) que tanto ha afectado a la humanidad en las últimas décadas.
Y es que desde su descubrimiento por allá en los años 80: la fatalidad, el estigma y su aparente relación con los negros, los gais y las prostitutas marcaron una historia compleja cargada de estigmas, discriminación y rechazo por parte de una sociedad hegemónica, blanca y heterosexual que ve lejano el tema del VIH/SIDA y que siente que con ellos este asunto no va.
Muchas personas asocian a los homosexuales -y de manera generalizada a las personas LGBTI- como causantes del VIH/SIDA, ubicando dos temas que, aunque no se niega su posible relación, genera mayores contextos de vulnerabilidad y afectaciones a la salud física y mental de las personas en el país. El primero es creer que es un tema exclusivo de homosexuales, esto ubica el tema de salud pública como un asunto sexualizado, moralista, pecaminoso y hasta aberrante. Pareciera que nuestras relaciones y prácticas sexuales entraran a hacer parte de la agenda pública y no un asunto íntimo como las de las personas heterosexuales.
Las personas heterosexuales no han tenido que enfrentarse a señalamientos absurdos, así su vida sexual sea tan o más riesgosa que la de las personas con identidades sexuales y de género diversas. En esta sociedad la etiqueta “LGBTI” es sinónimo de promiscuidad, pecado, aberración, causas inherentes de vivir o tener el riesgo de ser VIH positivo. El Estado, la sociedad y las personas de a pie entran, por decirlo de algún modo, a compartir y convertir nuestras sábanas en un asunto de interés público. Lo grave del asunto es que nosotras y nosotros también lo permitimos.
Lo segundo es que aunque las cifras y estadísticas ratifican muchos de estos imaginarios, sobre todo para hombres que tienen sexo con otros hombres y mujeres transgénero, según estudios son las mujeres heterosexuales, amas de casa quienes más están siendo afectadas por el virus en este momento.
Para las personas de los sectores LGBTI muchos son los factores que afectan el ejercicio de nuestros derechos sexuales y nos hacen más vulnerables a la infección: la discriminación de manera puntual, la homofobia y transfobia, la clandestinidad que lleva a la imposibilidad de tener una vida sexual plena, a no poder tener una vida en pareja de manera visible en las calles; por otro lado, el poco acceso a información efectiva para la protección y al uso de los preservativos, y el estigma social impuesto que en muchos casos no nos permite construir un proyecto de vida, entre otros, son factores determinantes y bastante problemáticos.
Es por ello que el llamado no está en asociar una práctica sexual o la orientación homosexual al VIH/SIDA, está en identificar que muchas pueden ser las causas y que este asunto nos compete a todos y a todas. Que la vida es muy corta y que las realidades pueden cambiar de la noche a la mañana. Recuerde también que el VIH no mata, lo que mata es la indiferencia y el estigma.