Si eres de las personas que no disfrutan para nada los lunes (a excepción de aquellos que son feriados), haces parte de la mayoría de la población mayor de edad, de hecho hay quienes empiezan a sentir escalofríos, angustia, problemas al respirar, ansiedad e incluso pesadillas desde el día anterior, convirtiéndolo en una fobia, deuterofobia.
De hecho, según algunos estudios científicos la mayoría de personas que vive este tipo de fobias, tiene una alta carga de responsabilidades y suele estar en un extremo: o su trabajo es muy demandante o no tiene trabajo. Y aunque existen muchos matices ante estas situaciones, las dos partes parecen tener un factor común: necesitan un cambio.
Sin embargo, para no ir al extremo de la fobia y quedarnos en el “normal” desgano y pereza de la gran mayoría, que tal vez sea generado por el miedo al cambio, a los nuevos inicios o, como en este caso, al inicio de la nueva semana, pasa también que aquellas personas que sienten esto suelen esperar con ansiedad y mucho deseo el viernes, como si fuera la meta de la semana, y a medida que avanzan los días trata de desaparecer esa sensación amarga de lunes por la de un dulce viernes y su consecuente fin de semana.
El asunto es que si viéramos nuestro tiempo así, seguramente llegaríamos al anhelado fin de semana con tanto cansancio mental que un par de días no nos permitirían recargar nuestras energías, porque siempre estaríamos enfocados en la expectativa del día que queremos que llegue, generando en nosotros ansiedad y con esto cansancio, agotamiento y estrés, quitándonos la posibilidad de ver lo verdaderamente valioso de cada día y haciendo que nos fijemos solo en lo largos que son esos intervalos entre cada fin de semana.
Tal vez si logramos limpiar nuestra mirada y hacer a un lado aquellas cosas que no disfrutamos del día podríamos entender que no importa realmente el nombre que lleve, sino cómo vamos a hacer uso de él. Finalmente son las cosas que hacemos y la actitud que decidimos imprimir en cada acción lo que realmente le da un sentido a ese momento, y eso, nuestra actitud, es algo que podemos elegir, manejar y condicionar.
Debemos darnos la oportunidad de ser felices cada día que vivimos, lleve el nombre que lleve, y si nos está costando trabajo, tal vez debemos asegurarnos de llenar con muchas más cosas que sí nos gustan nuestros días, todos los días, para que así podamos tener nuevas ideas que desarrollar, o nuevas aventuras a las cuales nos podamos embarcar, porque el cansancio del cuerpo se resuelve con unas horas de sueño, pero el de la mente se resuelve haciendo que se mueva aún más y de manera creativa. Y de esta manera, con una mente ocupada en todo lo que quiere hacer y le hace feliz, perderá terreno la sensación de malestar con la que cargamos algunos días.
Podemos ponerle el nombre que queramos al día que vivimos, siempre y cuando no olvidemos que el mejor día para ser felices es siempre hoy.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.