“Cuando fui a pedir el formulario de la universidad, no me querían dar el examen de admisión solo porque no tenían ningún registro de que una persona con discapacidad hubiera ingresado a la universidad. Me tocó ir a hablar con el decano y explicarle qué era la discapacidad y qué ajustes requería para ingresar”. Personas con discapacidad visual, talentos con mucho para dar.
Insistir y estar seguro de sus capacidades. Ese ha sido el método que David Alexander Salas ha aplicado siempre en su vida para salir adelante. Tener visión baja desde los 18 años de edad, por causa de un glaucoma congénito de nacimiento, no ha sido un impedimento para desarrollarse como persona y como profesional en Administración de Empresas. Se desenvuelve como cualquiera y trabaja como auxiliar administrativo en el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (CRAC).
“Al principio hay un choque fuerte porque uno piensa que la discapacidad es algo ajeno a uno, pero la verdad es que está en todos. Hay cosas que podemos y que no podemos hacer. También es un tema de apropiación, de cómo yo me siento con mi discapacidad, es algo del cuerpo. No se trata simplemente de un diagnóstico, es un tema de corporalidad. No soy diferente a los demás y tampoco soy especial, solo tenemos diferentes características, y todo impedimento se puede resolver con ajustes razonables”.
David logró estudiar y hoy trabaja con la ayuda de programas de lectura de pantalla que tiene instalados en su computador y en su celular. Estos le permiten verbalizar todo lo que la pantalla muestra y así puede navegar en internet, escribir en Word y revisar su correo electrónico. Muchas de esas herramientas las aprendió a usar en el CRAC, (como el uso del bastón), y otras las conoció y dominó por su cuenta.
Esta es precisamente la filosofía que tiene el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos, una institución que lleva 60 años sirviendo de facilitador para que las personas con discapacidad visual se rehabiliten y logren su total independencia y autonomía.
“Mi mayor satisfacción es ver cómo las personas llegan acá en situaciones tan críticas, de tanto dolor, de tanta angustia y de tanta desesperación, pensando que se les ha acabado el mundo, y ver que a través de la rehabilitación encuentran un futuro. Hay personas que llegan acá a veces sin ningún tipo de educación y luego salen profesionales en derecho, trabajo social, docencia…”, dice Gladys Lopera, directora general de la institución.
Según un estimado, una persona con visión baja o ceguera puede rehabilitarse entre 6 y 8 meses, tiempo en el que aprende técnicas para para desarrollar otros sentidos como el auditivo y el del tacto, así como aprender escritura en braille y el manejo de una calculadora parlante.
A pesar de que la normativa sobre las personas con discapacidad es amplia en Colombia, para Lopera todavía existe mucho desconocimiento, sobre todo por parte del sector empresarial.
“Una persona ciega debe cumplir como cualquier otro trabajador las tareas que se le asignen. No son una carga para la es empresas, ellos tienen unos derechos y unos deberes y la verdad es que cumplen sus tareas a cabalidad. De hecho, está comprobado que las personas con discapacidad siempre demuestran sus capacidades y hacen mucho más ameno el entorno laboral”, dice Lopera.
Además, menciona que hay muchos beneficios que la empresas desconocen como, por ejemplo, tener una deducción del 200% en factores tributarios si el 25% por ciento de la planta de trabajadores de una empresa está compuesta por personas con discapacidad.
El año pasado el CRAC rehabilitó a 550 personas con baja visión y 250 personas ciegas de todos los estratos socieconómicos, incluyendo a quienes se atendieron en zonas alejadas del país, situación con la que la institución se encuentra comprometida capacitando profesionales locales para que puedan atender a sus poblaciones.
Personas con discapacidad visual, talentos con mucho para dar