Amplificamos aquello a lo que le prestamos atención, eso es claro e infalible. Si nos concentramos en las cosas que no nos gustan, aquellas que nos amargan, molestan o con las que no estamos de acuerdo, las veremos cada vez más grandes y con mayor recurrencia en nuestra vida, y de esta forma se amplificaría nuestra amargura, negatividad e inconformidad con todo.
De la misma forma sucede con las cosas positivas, aquellas que disfrutamos y que desearíamos que sucedan o lleguen a nuestra vida, cuando nos enfocamos en ellas, amplificamos su presencia en nuestra vida o vemos muchísimo más claro el camino para llegar a esas metas. Sin embargo, no es fácil mantener la sintonía con una sola de las líneas, ya que muchas veces las personas que conforman el ambiente donde vivimos no tienen el mismo interés y, aunque sean muy cercanas a nuestros afectos, pueden tener una tendencia contraria a la que queremos para nuestra vida. Eso sin olvidar que muchas veces nosotros mismos nos saboteamos y no nos enfocamos en lo bueno.
Una de las mejores maneras de enfocarnos en lo bueno es fijarnos en los pequeños detalles que hacen parte de nuestro día a día y dar gracias por ellos. Pequeños detalles que dejamos pasar por alto, pero que pueden poner en una perspectiva totalmente diferente nuestra vida.
Detalles como empezar vivos un nuevo día y todo lo que ello implica, como nuestro estado de salud, nuestras facultades físicas y mentales (todas o algunas de ellas), tener alimentos que disfrutar durante el día, contar con agua potable para calmar nuestra sed, un espacio para trabajar o estudiar donde podamos desarrollar nuestras habilidades y cualidades, la gente que nos rodea y lo que ellos nos enseñan con su interacción con nosotros… Si podemos concentrarnos en lo bueno de todas esas cosas y agradecerlas no solo vamos a estar más enfocados en el presente, sino que vamos a tener cada día más por agradecer y, por consiguiente, por disfrutar, y con ello vamos a ejercitarnos y acostumbrarnos a ver lo bueno en cada situación.
Y sí, puede que el clima cambie, que tengamos algún pequeño bajón de salud o de estado de ánimo, que el jefe que tengas crea que sabe más que tú o que tu profesor sea de aquellos a quienes la mente solo les da para creer que lo importante es la nota y no el aprendizaje, o que algunas personas quieran contagiarte de su amargura, pero siempre serás tú quien decide de qué manera enfrentar las cosas y en dónde pones tu atención: si en cosas que te restan tranquilidad o en pequeños detalles que sumados pueden ayudar a complementar tu felicidad.