La vida guarda grandes recompensas para quien sabe ir tras ellas, para quien en vez de quedarse esperando una oportunidad la construye, y aunque parezca descabellado, se arriesga a tomar las que se le presentan en vez de dejarlas pasar o simplemente viendo cómo otros las aprovechan. Sin embargo, para poder ver esas oportunidades, tener el valor de construirlas y aprovecharlas, o descubrir esas grandes recompensas que guarda la vida, necesitamos estar absolutamente enfocados en querer estar mejor, en nuestro deseo de ir al siguiente nivel con nuestra vida, necesitamos tener una visión clara de lo que deseamos.
Y mantenerse enfocado es algo que puede decirse muy fácil, pero la realidad es que lograrlo puede ser una ardua tarea, ya que tenemos que competir con pensamientos, emociones y sensaciones que van a llevarles la contraria a esas metas que tenemos o a esos sueños que queremos convertir en realidad. Lo más complejo es que esa fuerza contraria tiene un poder de convicción muy fuerte, y sabe cómo llegar a dañar nuestra cabeza haciéndonos creer que lo que queremos es imposible, no lo merecemos o tal vez no somos capaces de lograrlo; esa fuerza contraria conoce la mejor manera de argumentar todo esto porque viene de nuestro interior, somos nosotros mismos saboteando nuestros sueños.
Existen muchas maneras de hacerle trampa a la cabeza, para tratar de enfocarnos en lo que nos interesa y no hacerle caso a ese perverso autosabotaje que acostumbra dañar nuestro camino, y entre las diferentes opciones hay una que definitivamente le da una perspectiva totalmente diferente a todo lo que hacemos, deseamos o imaginamos, y es dar.
Cuando damos, con la simple intención de compartir lo que somos, sabemos o tenemos, estamos generando un gran impacto en aquellos que reciben, pero aún mayor será el impacto en nosotros, ya que nos permite entender que no importa si tenemos mucho o poco, siempre hay algo que podemos hacer por otros, siempre hay algo que podemos dar; y con esto claro, podemos entender que realmente hemos logrado mucho con nuestra vida, que tenemos más dones de los que imaginamos y que realmente no estamos tan mal o somos tan “inferiores” como muchas veces nos quiere hacer sentir aquella fuerza contraria que en nuestra cabeza da vueltas entorpeciendo nuestros sueños.
Cuando damos, estamos dando un significado diferente a nuestra vida, haciéndola parte de algo más grande que nosotros mismos, conectando lo que somos a un nuevo nivel. Y lo mejor es que todos tenemos algo para dar a alguien más: puede ser una palabra de apoyo, colaborar en un momento difícil, gestionar algún tipo de contacto, escuchar a alguien que necesita desahogarse, o simplemente brindar una cálida sonrisa.
Una de las maneras más efectivas para poder mantener nuestro foco, para poder encontrar esas grandes recompensas que anhelamos, es dar, no para recibir, sino para crecer y entender que somos más valiosos de lo que creemos, más fuertes de lo que imaginamos, que podemos ayudar a hacer mejor la vida de muchos, y que lo que para nosotros parece poco, para alguien más puede significarlo todo.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.