Si alguna vez has sentido que tu relación pasó de película romántica a documental sobre la rutina, no estás solo. Un nuevo estudio publicado en el Journal of Personality & Social Psychology confirma lo que ya sospechábamos: el amor se desgasta con el tiempo.
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Pero tranquilo, que no todo está perdido.
¿Es el amor una montaña rusa… o un carrito de compras con una rueda floja?
Los investigadores Janina Larissa Bühler y Ulrich Orth analizaron la vida amorosa de 2,268 personas entre 16 y 90 años durante 20 años (sí, básicamente vieron más rupturas que cualquier temporada de Love Island). Clasificaron las relaciones en tres grupos:
- Relaciones duraderas: Esas parejas que sobreviven a crisis, deudas compartidas y debates sobre qué ver en Netflix.
- Relaciones que terminan: Porque a veces el amor no es suficiente… o porque alguien decidió ver un capítulo sin el otro.
- Nuevas relaciones tras una ruptura: El clásico “necesito un cambio” que nos lleva a cortes de cabello cuestionables y relaciones con más entusiasmo que sentido común.
Para medir qué tan felices eran estas parejas, usaron una escala que analizaba cosas como interacciones positivas, peleas y la clásica pregunta de “¿realmente vale la pena discutir por la pasta de dientes?”
¿Qué descubrieron?
- Las relaciones duraderas sufren un leve desgaste con el tiempo, pero se mantienen relativamente estables. Es decir, el fuego se convierte en brasas, pero no se apaga (con suerte).
- Las relaciones destinadas al fracaso arrancan con menos felicidad y van en picada. Si desde el principio todo era un caos, no mejorará con el tiempo (ni con mensajes de “hablemos” a la medianoche).
- Las nuevas relaciones post-ruptura dan un subidón inicial de felicidad (la fase de “esta vez sí encontré a mi alma gemela”), pero con el tiempo vuelven al mismo patrón de desgaste. En pocas palabras, la emoción inicial se disuelve, como el helado olvidado en el coche.
¿Y si hay hijos?
Aquí viene la parte menos sorprendente: las parejas con hijos experimentan una caída más fuerte en la satisfacción. Al parecer, noches sin dormir, pañales y la banda sonora de Peppa Pig no son la receta para el romance eterno.
¿Entonces, el amor está condenado a la monotonía?
No necesariamente. Aunque la chispa inicial se apague, las parejas pueden mantener viva la llama con pequeños esfuerzos:
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- Hacer cosas nuevas juntos – No, no significa adoptar una llama como mascota, pero tal vez un viaje espontáneo o una cena diferente.
- Menos pantallas, más contacto visual – Sí, tu pareja también tiene notificaciones interesantes en la cara.
- Reír juntos – La ciencia lo respalda: las parejas que comparten el sentido del humor aguantan más.
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Al final, el amor no tiene que convertirse en un trámite. Con esfuerzo, conexión y menos discusiones sobre cómo doblar la ropa, todavía hay esperanza.