Cuando la pensadera llega a mí, es increíble como maquino y maquino un tema hasta intentar entender el porqué de las cosas que suceden en nuestra realidad más cercana. Hace unos días, hablábamos de la llegada de Trump al poder y cómo sus políticas prioritarias estaban orientadas, entre otros temas, a desencadenar un nacionalismo renovado a favor de las y los estadounidenses (muchas y muchos no nativos). Medidas como la migración aparecen en la agenda pública por ser considerada la causante de muchos de los fenómenos internos que han puesto en vilo la vida de los seres amorosos que habitan “la tierra de las oportunidades y las libertades”; y, ¡sí!, hago énfasis en esto de las libertades, pues lo que es correcto para este presidente y su séquito de seguidores y seguidoras, para muchas otras no es más que una persecución, deshonra y señalamientos con muchos tintes autoritarios e ilegalidad.
Lo cierto es que en nuestro imaginario, y gracias en gran medida a los medios de comunicación, pasamos de pensar que aquellas personas son nuestros héroes, valientes, aguerridas, bravas que se atreven a cruzar una frontera sin los documentos necesarios, arriesgando su vida y la de sus seres queridos o aquellas que simplemente prueban suerte saliendo de un territorio a otro por los canales formales y se quedan en medio de las posibilidades que otro país otorga de manera irregular; a pensar que aquellas que son deportadas las recibimos con un unísono comentario: ¡si ve, bien hecho, para qué hacen esas cosas! Pero de fondo, ¿qué es lo terrible del acto de migrar, más allá de buscar nuevas oportunidades para su vida y la de sus familias? ¿Es acaso un delito ver en otras tierras lo que en su lugar de nacimiento no se encuentra? ¿Por qué migrar puede convertir a personas luchadoras en delincuentes?
Sin duda, y a modo personal, este fenómeno está cargado de muchos prejuicios que se alientan con medidas estatales radicales que ven en el otro y la otra, causantes de las complejidades de los territorios como el desempleo, la falta de oportunidades, la competencia laboral desmedida para los y las naturales, afectaciones en la estructura demográfica y económica, en síntesis, pobreza y baja calidad de vida, sin contar con las situaciones que enfrentan las y los migrantes de profunda discriminación (xenofobia), desintegración familiar, problemas de salud mental y la más común: explotación laboral. Pero no, migrar no es ilegal, de hecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 13 establece que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”; por lo tanto, querida y querido lector, para muchas personas migrar es un hecho de felicidad que muchas veces el conflicto armado, la desidia estatal, la falta de oportunidades y la discriminación, motiva a la decisión valiente de traspasar fronteras.
Y hablando de ello, ¿qué pasa entonces con las personas que construyen una identidad sexual diversa? Sencillo, migran al igual que las heterosexuales en busca de un nuevo futuro, pero sin duda existen muchos factores que agudizan y complejizan la salida de sus territorios y, por supuesto, la llegada a otros siendo la discriminación en razón a su orientación sexual (deseo erótico y afectivo por personas de su mismo sexo-género) o a su identidad de género (vivencia individual que cada individuo tiene de su género y puede o no coincidir con el sexo asignado al nacer) la más compleja. Muchas y muchos han huido de sus lugares de nacimiento por la guerra, a través de actores al margen de la ley, pero también por parte del Estado, por ser “el marica del pueblo”, por sus familias y el control que ejercen sobre su identidad y su cuerpo, por violencia intrafamiliar de sus parejas o simplemente por ver en otro país o ciudad la posibilidad de ser de una manera más relajada.
Poder contar con cifras exactas de esta realidad es complejo; en nuestro país se han adelantado diversos estudios que dan cuenta de esta situación, pero tienden a ser más cualitativos pues los informes estatales carecen, en la mayoría de las oportunidades, de fuentes que incluyan las variables LGBTIQ+ y si las incluyen, no muchas personas deciden hacerse visibles justamente por miedo a ser violentadas. ¡La discriminación es cosa seria!
Justamente, para organizaciones tan importantes como Caribe Afirmativo: “La falta de información desagregada dificulta la implementación de políticas públicas adecuadas para atender las necesidades específicas de esta población”. Por ello, es vital: “que el Observatorio de Migraciones en Colombia recopile datos con enfoque diferencial, que contemplen las realidades y necesidades de las personas LGBT+ en situación de movilidad humana”.
Para Colombia Diversa el asunto va más allá de los informes y su veracidad, es un tema que violenta y revictimiza a las personas LGBTIQ+ y pone a nuestro país en un nivel de desventaja e incumplimiento a compromisos internacionales y legales: “la ausencia de datos oficiales sobre la población LGBT+ migrante en Colombia refleja un incumplimiento de obligaciones internacionales y constitucionales en materia de derechos humanos, lo que contribuye a la invisibilidad estadística de esta comunidad”.
A nivel internacional, diarios tan importantes como El País han reseñado esta situación, inclusive, en hechos tan recientes como los acontecidos en el Catatumbo: “líderes y activistas LGBTQ+ han denunciado amenazas y desplazamiento forzado debido a la violencia ejercida por grupos armados ilegales. Estos desplazamientos internos reflejan la vulnerabilidad de la población LGBTQ+ en zonas rurales y conflictivas del país”.
Estas son algunas de las razones que deben ponernos a reflexionar sobre este fenómeno en nuestro país. Entender que, aunque complejo y muy poco documentado, la falta de información oficial reduce la comprensión de la realidad y las necesidades más inmediatas de las personas con identidades sexuales diversas que se movilizan por los territorios nacionales e internacionales. Por ello, es clave que tanto el Estado como las organizaciones de la sociedad civil, las no organizadas y las personas que enfrentan esta realidad, trabajen de manera conjunta en la formulación de políticas públicas con enfoque diferencial que cierren las brechas existentes. Seguramente, al inicio encontraremos mucho “ensayo-error” pero es clave arrancar, toda vez, que no da espera pensar que la migración agudiza desigualdades cuando no se tienen los recursos ni la información para hacerlo de manera regular o como esperaría el Estado se hiciese.
Pensemos un poco en que las realidades de cada persona son tan disimiles pero con el mismo propósito: empezar de nuevo. Por ello, querida y querido migrante, antes de tomar alguna decisión es importante documentarse, investigar, asesorarse de organizaciones que ya cuentan con herramientas útiles para tomar la mejor opción posible: Caribe Afirmativo, Colombia Diversa, ACNUR Colombia, la Defensoría del Pueblo y para el caso de venezolanos y venezolanas, la Plataforma R4V. Se trata de organizaciones y plataformas que podrán asesorarle legalmente, ayudar a proteger sus derechos, identificar posibles refugios y redes de apoyo, evaluar opciones seguras para su vida y la de sus seres queridos y, sobre todo, evitar llegar o transitar zonas en donde exista presencia de grupos armados que complejicen su paso o estadía. También es clave saber que en las principales ciudades de nuestro país, existen programas para la regularización de su situación que le permite acceder a servicios sociales, muchos de ellos en total gratuidad.
En el caso de querer salir del país, lo más importante es saber las condiciones legales que tiene ese destino en materia de derechos a personas de los sectores sociales LGBTIQ+ (ya que en 62 países se criminaliza las relaciones entre personas del mismo sexo-género y en 12 de ellos, puede aplicar, incluso, la pena de muerte); revisar posibilidades de asilo o refugio; tener los documentos prioritarios en regla (pasaporte, visa, entre otros); aunque cause un poco de escozor, estar atento o atenta a las redes de tráfico de personas que se aprovechan de la vulnerabilidad de las y los migrantes, y a la llegada, buscar organizaciones LGBTIQ+ que brinden apoyo e información sobre programas de regularización y acceso a servicios de salud y bienestar.
La migración LGBTIQ+ existe en nuestro país y fuera de él y, sigue siendo retador para el Estado y la sociedad no profundizar en las desigualdades y violencias de todo tipo, que subyacen a la vida de una persona diversa sexualmente. Para algunas y algunos será encontrar refugio en otros países, pero para la gran mayoría sigue siendo el enfrentamiento constante a la incertidumbre, la frustración y el dolor en su propio país por la falta de oportunidades y garantía de sus derechos fundamentales, inclusive la vida. El llamado es a la acción para que las instituciones estatales refuercen las medidas de seguridad y protección a la vida de las y los migrantes, y para la sociedad, la exigencia de acciones contundentes dentro y fuera del país, hacia sus compatriotas en el marco de la legalidad y la diplomacia.