A lo largo de su mandato, la politiquería ha sido una constante que lo ha llevado a acumular deudas impagables y a rodearse de aliados vergonzantes. La corrupción ha socavado la confianza pública y ha dejado una marca indeleble en su gestión.
Como bien reflexiona Hannah Arendt en su libro “La condición humana” (2005) acerca del poder: “El poder corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino de actuar en concierto. El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y existe sólo mientras el grupo se mantenga unido”. Su administración ha demostrado que el poder, cuando se ejerce sin integridad y transparencia, se convierte en una herramienta de opresión y desconfianza.
Usted ha sido su peor enemigo político. Trabajar desde las intersubjetividades del conocimiento y ser un libertario implica coherencia y usted no la ha tenido, por el contrario, sigue haciendo lo que yo denomino como tráfico de derechos, es decir, solo garantiza derechos a los de su círculo de influencias. Ha hecho creer a quienes el Estado debe garantizar sus derechos fundamentales que la única salida de la miseria es su sumisión a un líder impuesto por usted. Y ese líder sólo puede ser usted. Habla de despilfarro con las manos sucias de despilfarro. Habla de mentira con unos labios mentirosos.
No me arrepiento de haberme alejado de su proyecto político. Aunque su proyecto político en el papel siempre me va a representar, usted es indigno de sus propias ideas. Usted no está a la altura de sus discursos. Lamento el día que abiertamente dije que “usted no era un discurso, sino que usted era su discurso” (en aquella época donde el procurador lo persiguió y yo tuve que perseguirlo a usted para que cumpliera con la promesa que me hizo de ser escuchada en Plaza de Bolívar públicamente). En esa época le creí y tuvo que pasar mucha agua debajo del puente para que yo me diera cuenta de que usted es un farsante. Por fortuna, me bastó su alcaldía y no apoyé su campaña presidencial. Usted dividió al país en torno a su figura: quienes están a favor suyo y quienes están en contra. Es muy triste que acá no podamos elegir entre la excelencia y lo mejor de lo mejor. El cambio no ha sido efectivo porque desde el comienzo se hizo todo igual. La paradoja se ha hecho evidente: usted más bien parece el típico político tradicional, se ha intentado un cambio, pero al repetir los mismos patrones, el resultado ha sido el statu quo. Citando a Tomasi di Lampedusa, quiere “cambiar todo para que todo siga igual”.
Usted usó todas las causas nobles y justas, usó a quienes hemos sido ignorantes y hemos padecido el desconocimiento en la piel por falta de oportunidades, y nos convenció, porque yo también fui una convencida. Ahora, desde mi lugar, tengo que aceptar que sus políticas de tráfico de influencias, abuso en el ejercicio de poder y, sobre todo, tráfico de derechos nos llevaron a esta orilla: la orilla de una batalla intelectual, ética y moral fría. Usted tiene a la ciudadanía odiándose mutuamente por diferencias ideológicas. Se encargó de construir un país dónde la libertad de expresión solamente le pertenece a sus amigos: cualquiera que no esté favoreciendo sus propósitos será descalificado y lanzado a las llamas de las estampidas virtuales de opinadores al servicio suyo.
No espero que las cosas cambien si no hay garantía de que el cambio es para mejor. Y como no hay garantía de que las cosas mejoren, tendré que poner todo mi capital social y activista para alzar la voz en contra de todo esto. Es decir, mi voz al servicio de quienes puedan evitar que continuemos con este desastroso cambio. El cambio se hace con coherencia, no solamente con símbolos o generando cargos burocráticos y nuevas instituciones, criticando a lo establecido mientras todo funciona cada vez peor. Convencieron a muchas personas de que harían todo distinto… con lo que no contábamos es que el apoyo era únicamente a quienes se arrodillaran al chantaje de que si no aceptamos lo que proponen, el país va a arder. No le creo.
Así como públicamente lo reconocí y dije que era lo mejor que le podría pasar a este país, y creía genuinamente en su discurso, hoy públicamente desafío mi propio posicionamiento. Yo ofrezco disculpas a todas las personas que me creyeron cuando dije que usted era la única esperanza que tenía este país en este tiempo. Aquí estaré yo, desde mi insignificancia, dándole significado a esta resistencia mía contra su farsa. Usted es una burda burla a la justicia social. Las elecciones ya iniciaron y con ellas Los Juegos del Hambre en el circo macabro de la política colombiana.