Colombia, 1920 a 1930. Vamos a cumplir casi 100 años de haber identificado la necesidad de construir espacios de hospedaje y restauración, para recibir a los visitantes nacionales y extranjeros que nos visitaban por primera vez en nuestro País.
En su momento y tiempo, hubo un entendimiento absoluto en la forma como se mostró en la historia la importancia de afinar nuestros modales y ademanes, para así evitar chocar con personas de otras culturas. Esto es precisamente una de las principales características de un hotel cinco estrellas. Se debe tener muy presente este refinamiento corporal y verbal; además debe ser genuino. Nunca se usó en vano la frase de las bisabuelas cuando decían en referencia a esto que la buena educación <<ademanes y modales>>, no peleaban jamás con alguien. Mostramos más cultura cuando esto se comprende ya que es 100% comunicación no verbal.
Así se presentó nuestra capital colombiana. Todo este ejercicio fue la respuesta a los esfuerzos que se hicieron para posicionar a Bogotá como una ciudad flamante, culta e inmensamente atractiva para visitar, comer y hacer negocios. Nada diferente a lo que hoy queremos construir en todo el país, y eso de los buenos modales no le daña la cultura patrimonial o ancestral a nadie.
Por esa misma época, la embajada de Estados Unidos le sugería al gobierno colombiano y a sus empresarios la construcción de un hotel con altos estándares de calidad, ademanes, finura y servicio. Por supuesto, fue bastante lógica esta insinuación a partir de las altas exigencias de sus empresarios acostumbrados a altos estándares de calidad y detalles en el servicio. Así fue como inició un importante proyecto en el año 1945; tomaron la decisión de construir el emblemático Hotel Tequendama InterContinental en Bogotá, que luego fue inaugurado bajo la Presidencia de Gustavo Rojas Pinilla, el 17 de mayo del año 1953.
Va a leerse tal cual crónica de primaria, pero en realidad fue un honor trabajar allí. Tenía 19 años, crecí junto a unos compañeros de trabajo extraordinarios y maestros de la comunicación no verbal y verbal. Eran seres humanos impecables en sus buenos modales y ademanes. Ilustres huéspedes famosos y celebridades llegaban y preguntaban por estos caballeros para que los atendieran. Mario Morales, José Ayala, Juan Carlos Duarte; personajes inolvidables e increíbles en la atención a los clientes.
También era una poesía ver los manuales de servicio y la atención a cada detalle hacia los huéspedes en la cadena hotelera Intercontinental Hotels Group. Esto de atender personas y que se fueran contentas no era una pantomima, era real.
Hemos tenido un retroceso muy grande en estos últimos 25 años. Se desconectó la profesión hotelera y hostelera de Colombia de la calidad y los altos estándares que se presentan alrededor del mundo en esta industria. Si queremos como pueblo construir una economía sólida alrededor del turismo, debemos presentar lo que muestra ser sólido alrededor del mismo.
Como anfitriones vamos muy mal. Estamos experimentando una interpretación individual de la profesión por parte de los chefs ejecutivos y gerentes que lideran importantes recintos hoteleros. Bajaron el valor de los estándares a un nivel muy pobre y deshonesto con los clientes, las materias primas son cada vez más ordinarias, las cartas de los restaurantes son copias mediocres de la verdadera razón de ser de un menú internacional. Esto de atender turistas, comensales y huéspedes se ha convertido en una obra de teatro sin sentido y su impacto le hace mucho daño al turismo del país.
Durante más de seis años, elegí con confianza mi lugar de residencia permanente el hotel Suites Tequendama en Bogotá. <<antiguas Residencias Tequendama>>. A lo largo del tiempo he sido testigo del progresivo deterioro en su ética y servicio. Salí corriendo de allí y no escribo esto para quejarme o señalar culpables, lo escribo para evidenciar un punto importante en la industria hotelera; la hospitalidad es una relación continua, no un simple intercambio comercial. Cuando se rompe esa relación con el huésped, ya no es cuestión de comodidad o instalaciones, sino de respeto por la profesión y sus huéspedes. Eso factura más y deja mayores rentabilidades, si es lo que a los gerentes les afana.
¿Cómo esperamos mejorar si nadie nos confronta? ¿Cómo queremos ser exitosos alrededor del turismo si sólo buscamos comités de aplausos y reseñas positivas para elevar egos, en lugar de ver en qué podemos mejorar?
Son pocos los profesionales a cargo de los hoteles cinco estrellas y sus restaurantes, los que aún mantienen esa calidad exquisita alrededor de la buena mesa, los “amenities” en las habitaciones y la calidez genuina de un buen servicio. Son igualmente pocos los cocineros que aún se emocionan por sorprender gustosamente el paladar de sus comensales; sí, aún existen esos señores profesionales que exponen la disciplina y la filosofía más profunda de este arte de servir, sin convertirse en un sirviente.
Tato Gourmet
Caballero de la Chaîne Des Rôtisseurs
Association Mondiale de la Gastronomie
1248 | 1950