“La Estrategia del Caracol” es una película colombiana de 1993 escrita y dirigida por Sergio Cabrera la cual se convirtió en una de las más vistas y queridas en la historia reciente de nuestro cine. La película nos cuenta la historia del enfrentamiento entre los inquilinos de la Casa Uribe ubicada en el centro histórico de Bogotá y el doctor Holguín, un treintón burgués y especulador, valga la redundancia, una especie de Juanpis González adelantado en el tiempo y quien reclama la propiedad del histórico inmueble con el fin de desalojar a la chusma, echar abajo la colonial fachada y construir una moderna y muy rentable edificación.
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Los inquilinos son un grupo de nadies: un culebrero paisa desplazado por la violencia, una mujer trans que trabaja en una bomba de gasolina, un zorrero, un hombre mayor en estado vegetal, un mediocre estudiante de derecho, un viejo anarquista español, entre otros y otras. Personas sin poder que, buscando salvar su techo y su vida en comunidad, hicieron lo que han hecho los y las nadies desde siempre: organizarse y plantar cara al Juanpis de turno para defenderse. Ese es el motor de la historia del mundo.
La juntanza, la organización, la creatividad y las acciones colectivas son los únicos recursos con los que las personas humildes del mundo hemos contado para defender lo nuestro: nuestras viviendas, nuestro bienestar, nuestros derechos. Ese es el poder que tenemos y por eso los Holguines y los Juanpis del mundo se han empeñado históricamente en minar cualquier posibilidad de que los y las personas sin poder político, económico y mediático nos juntemos. Es más, les da pánico el solo hecho de imaginarse que eso es posible, por eso su aversión, por ejemplo, hacia las organizaciones sindicales.
Los sindicatos son organizaciones de trabajadores y trabajadoras que defienden y promocionan su propio bienestar, principalmente a través de la defensa y la conquista de derechos laborales poniendo un poco de equilibrio en la desigual relación empleadores-empleados. Fueron las organizaciones sindicales, el movimiento obrero, quienes en la Europa de mediados del siglo XIX se organizaron, lucharon y hasta dieron su vida para lograr la jornada laboral de 8 horas cuando eso era considerado una locura y los Holguines y los Juanpis decían que con una jornada tan corta iban a quebrar todas sus empresas. Han sido las organizaciones sindicales las que en la historia lograron la prohibición del trabajo infantil, los salarios mínimos, el tiempo de vacaciones, entre muchas otras cosas que hoy consideramos normales o apenas justas.
Por si hace falta aclararlo, ni los inquilinos de la Casa Uribe ni los y las trabajadoras han conseguido su bienestar diciendo “por favor” y “gracias” por un motivo muy simple: los Juanpis y los Holguines no suelen darle mucha importancia al bienestar de los y las nadies porque suelen pensar, de manera errónea además, que sus privilegios sólo son posibles si los segundos no tienen nada. Por eso dicen que respetar derechos laborales les puede llevar a la quiebra.
Es por esto que lamento el visto bueno de la Corte Constitucional dio a la constitucionalidad de los pactos colectivos, un tipo de acuerdos que se celebran entre los y las trabajadoras no sindicalizadas y sus empleadores para regular temas relacionados al contrato de trabajo como incentivos, primas extralegales, bonificaciones y promover acciones de discriminación en contra de los y las trabajadoras que sí están sindicalizadas.
Históricamente, este tipo de pactos han sido promovidos por algunas empresas para desconocer el derecho de sus trabajadores y trabajadoras a organizarse y defender sus derechos. Las empresas reúnen a un grupo de subordinados afines a sus intereses, parodian una especie de negociación empleadores-empleados, negociación que casi siempre es más favorable a los intereses de los primeros que de los segundos. Finjamos sorpresa.
Muchos trabajadores y trabajadoras en nuestro país han contado cómo después de esos pactos parodia, inicia una labor de persecución contra quienes no los suscriben que va desde el acoso hasta los despidos injustificados: “se vuelve una forma de extorsión” me explicó una vez Fabio Arias, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia. Y no es el único que tiene esta interpretación: las recomendaciones que le han hecho a nuestro país la Organización Internacional del Trabajo -OIT, una tal Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -OCDE y el Plan de Acción Laboral del TLC que suscribimos con Canadá insisten en la necesidad de la eliminación de los pactos colectivos.
De hecho, la sentencia, de la cual solo conocemos de momento el comunicado emitido por la Corte, es un pésimo precedente que respalda el incumplimiento, por parte de Colombia, de las obligaciones adquiridas al entrar a la OCDE, al suscribir el Plan de Acción Laboral del TLC con Canadá y al hacer parte de la OIT. Este incumplimiento sostenido, tarde o temprano, afectará negativamente las posibilidades económicas de nuestro país, ¿quién va a querer hacer negocios con un país que no cumple con sus obligaciones?
Además, aunque la Corte reconoce que los pactos colectivos se usan indebidamente para atentar contra la Libertad Sindical, no tuvo en cuenta que esta garantía se encuentra en instrumentos internacionales de derechos humanos que hacen parte del bloque de constitucionalidad, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención Americana de Derechos Humanos y el Protocolo de San Salvador.
El Foro Económico Mundial, que podremos acusar de muchas cosas menos de marxista o petrista, ha sostenido en varias de sus espacios que los sindicatos contribuyen al fortalecimiento de las democracias porque contribuyen a nivelar las desigualdades propias de la relación empleador-empleado, por su aporte en la defensa de derechos civiles y porque contribuyen con los controles, equilibrios y contrapesos dentro del sistema político. En Colombia no hemos entendido esto, todo lo contrario: somos un país con una arraigada cultura anti sindical promovida por los Holguines, los Juanpis, los partidos políticos que les representan y los medios que les pertenecen. Según cifras de la Escuela Nacional Sindical, entre el 1 de enero de 1971 y el 30 de septiembre de 2023 se presentaron 15814 violaciones a la vida, la libertad y la integridad de sindicalistas, 7885 fueron amenazados, 3325 asesinados y 1987 víctimas de desplazamiento forzado.
Al final de ‘La estrategia del caracol’ los y las inquilinas de la Casa Uribe logran su redención y dejan viendo un chispero al doctor Holguín quien sorprendido se da cuenta cómo sus jueces, policías y medios de bolsillo terminan siendo vencidos por la juntanza, la organización y la creatividad de los y las nadies. Véanla.