“El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla.” Gabriel García Márquez. (Márquez, 1992) Frase, que el pasado viernes 5 de abril cobró una nueva dimensión para mí, y con certeza para varios de los asistentes a la inauguración del Festival Gabo, en el teatro del Gimnasio Moderno en Bogotá; porque eso es lo que sucede cuando una obra de arte nos toca: algo se transforma, desaparecen certezas y lo determinante se reafirma.
Lejos de las presentaciones y ceremonias normales a las inauguraciones, las luces se apagaron y el correr de video, con un cronómetro imperativo coronando la pantalla, nos reconectaron con varios de los capítulos más cruentos del periodismo colombiano, cuando el silencio lo causaban las bombas y las ráfagas; y no precisamente de aplausos...
Silencio. La actriz María Camila Díaz, luchando con una cuerda que la atrapa y luce infinita, aparece en escena… Empujada a través de un enjambre de periódicos, hasta lo que entre juegos de luces, poco a poco, podemos discernir como los escombros de lo que alguna vez fue una sala de redacción. La vemos con la boca silenciada, tal cual la mordaza que de diversas formas se busca aún hoy, imponer a la voz de nuestros periodistas; en un juego de espiral siniestro en contra de la verdad.
El sonido y la iluminación de la motocicleta que se intuye sicaria, ante la periodista angustiada, emerge en medio de papeles que son datos, y a la vez tesoro. La mujer se aferra a sus herramientas de difusión de la información, las protege, insiste en mantener en marcha el rigor de su vocación. Siguiendo la directriz de informar que, muchos hombres y mujeres han determinado como su labor antes que ella… Pagando incluso los precios más altos por eso…
Los testimonios y titulares en escena nos recuerdan las víctimas que en Colombia ha cobrado la siniestra carrera en contra de la verdad. En medio de la cual, la voz de los que tienen por misión contar lo que está sucediendo, hacen malabares para subsistir en contra de quienes los quieren callar, entre otras, no solo para garantizar la preservación de la línea de sus nefastos planes, sino que una y otra vez cumplamos el sórdido círculo vicioso de violencia, corrupción y otros tantos males que parecen letanía en nuestra historia.
“La máquina rebelde o el apetito de los sátrapas”, es una pieza teatral de lúcida factura, escrita y dirigida por Leo Martínez, coproducida por la FLIP (Fundación para la libertad de prensa) y La Pingüinera Films. Propuesta escénica que logra no solo conmover, sino que plantea una variedad de reflexiones acerca del presente y el futuro del periodismo, su libre ejercicio y papel social en nuestro país. Así como su importancia determinante en la construcción de narrativas históricas veraces que, nos permitan como ciudadanos, tomar posiciones informadas, y más aún, reflexivas y responsables que, no conviertan el devenir social en un bucle de tragedias.
Cierta en la gran importancia, apoyo e incluso financiamiento que García Márquez dio en vida a la protección de la libertad de prensa; no solo dentro, sino también fuera de Colombia, en su calidad de periodista, enamorado de su oficio y claro en su papel angular en el desarrollo de la sociedad. Encuentro no solo elocuente esta pieza teatral como inicio del doceavo Festival Gabo, sino que me emociona ver como el arte demuestra una vez más su papel como medio de comunicación universal, y una herramienta que puede estar en comunión con otras formas de difusión de la información, en los días en los que los medios de comunicación cercenan drásticamente e incluso desaparecen, los espacios culturales; creyendo equivocadamente en la expresión artística como un suntuario.
Aplauso a Fundación Gabo, a la FLIP y la Pingüinera Films por abrir al público esta experiencia expresiva multidisciplinar que, confío sea puesta en escena para variedad de públicos, como lo que es: arte en defensa del periodismo.
* Trabajos citados
Márquez, a. G. (1992). Textos costeños. Obra periodística 1. Barcelona: Mondadori.