Para los que hemos jugado fútbol, difícilmente hay un mayor placer que jugarlo en una cancha enorme con buen pasto como las de muchos buenos colegios, en un parque, en una calle o ahora en canchas sintéticas. Como dice Fontanarrosa, la edad y los vicios hacen que cada vez sea más difícil jugarlo; la mayoría sigue haciéndolo mal y cada vez menos, y a falta de jugarlo nos pasamos a verlo casi siempre por televisión y algunas pocas veces en un estadio.
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Mucho tiempo ha pasado desde el momento en que nos pasaban dos o tres partidos de fútbol por televisión y nos tocaba oír por radio la mayoría de los juegos. Era un ejercicio divertido, había un narrador, uno o dos comentaristas, un analista arbitral, dos o tres novatos que manejaban camerinos y hacían entrevistas a jugadores, todos en una cabina en el estadio. Grandes narradores y mejores comentaristas, tipos que escribían en los periódicos y podían explicar fácilmente lo que ocurría, y los problemas o virtudes de cada equipo. Los narradores conocían los jugadores trataban de pronunciar bien sus nombres, hacían una buena descripción de lo que ocurría.
La prensa escrita tenía crónicas y cada partido era analizado uno o dos días después, a los jugadores y a los técnicos se les calificaba, se podía leer de fútbol en diarios o en publicaciones especializadas. Finalmente, era administrado con cierta lógica, el sentido común reinaba en la mayoría de las decisiones de DIMAYOR y Federación; fechas lógicas, horarios normales y se aplicaba el reglamento de manera sensata.
Hoy en día parecería que el fútbol está hecho para imbéciles. Veamos:
Mucho se ha hablado del canal de fútbol profesional de este país, malo y caro. Al ser monopolio no se preocupa por ofrecer calidad, pareciera que la respuesta a cualquier crítica es “si no le gusta, de malas”
Lo que antes era un análisis que permitía explicar que estaba pasando o qué podría pasar hecho por tipos como Hernán Peláez desde el estadio, ahora se convirtió en una retahíla de números sin ninguna razón, el porcentaje de pases realizados, la distancia recorrida o una de las mayores estupideces que se puede oír: el mapa de calor, todo desde un estudio de televisión. Lo único que esto indica es que mejoró la tecnología y bajó la calidad de las personas. Es mucho más fácil decir que un jugador acertó el 89,72% de los pases, que se hicieron 15 saques de banda o leer que el jugador tiene tal mapa de calor, que tratar de identificar fortalezas y debilidades de un equipo. Aparecieron términos como “la zona 14″, “trescuartista” o “la ABP” más que nada para vender la supuesta inteligencia y conocimiento del mal comentarista que para decirle al espectador qué puede pasar o por qué ocurrió tal jugada.
Peores son los narradores. Se dedican a auto-patrocinar el canal que, repito, no nos da alternativa alguna, y a decir bobadas; se inventan los nombres de los jugadores aparecen frases estúpidas y se llega al colmo de narrar la repetición de un gol. Nuevamente, los sufridos televidentes no tienen nada que hacer, no pueden cambiar de canal. ¡De malas!
Igual ocurre con los organizadores de los torneos. Hace un tiempo el calendario era sencillo: se jugaba miércoles en la noche y domingo a las 3:30. No era difícil saber que el lunes o el viernes no había partidos. Las reglas eran sencillas, los árbitros más o menos adecuados y en general los partidos, salvo algunas excepciones, se desarrollaban sin mayores complicaciones. Ni qué decir de los calendarios, nunca se le ocurrió a un brillante dirigente hacer coincidir un partido de Copa Libertadores con uno de torneo local, y acá nuevamente aparece la frase preferida de todos los que manejan el fútbol: “de malas”. Algunos clubes tienen que jugar dos partidos el mismo día porque los señoritos que organizan el torneo local no entienden que algunos equipos, desafortunados ellos, tienen que viajar lejos para jugar partidos e intentar mejorar sus ingresos. Pues no, ganó cupo a torneo internacional, se le castiga, se le hace lo mas incómodo el calendario en Colombia. Parecería que jugar partidos internacionales molesta a los organizadores colombianos. De malas
Los organizadores del campeonato son creativos para dañar cada vez más el poco fútbol que vemos. La última perla es hacer que los recogebolas, o como se dice en otros lados: alcanza pelotas, no alcancen las pelotas. El código disciplinario castiga al equipo que hace que los recogebolas entorpezcan o hagan más lento el partido, pues bien, ahora los castigan igualmente si lo agilizan. Si un recogebolas tiene la mala idea de entregarle rápidamente el balón a un jugador, será expulsado. ¿En qué cabeza cabe semejante estupidez? En vez de preparar a 40 jóvenes en este bonito trabajo, resuelven hacer lo absurdo: los recogebolas no pueden agilizar ni entorpecer el partido. Nuevamente, la mejor respuesta a cualquier pregunta será: “de malas”, si no le gusta esta regla, juegue play o vaya a un torneo aficionado, acá el recogebolas es una estatua.
Duele ver cómo algo que funcionaba y nos divertía se convirtió en algo aburrido y malo. No todo puede ser “de malas”.