Nunca me interesó el asunto del alma (del latín anima: aliento, vida) hasta que leí la visión de los yekuana, la gente de canoa que vive en el sur de Venezuela. Mi referencia inmediata era la católica. En un individuo católico conviven el alma –individual, creada por dios e inmortal– y el espíritu, cuyas diferencias con el alma no son del todo claras. Algunos consideran que es lo mismo, otros que el espíritu es el soplo divino, no individual, y otros, la acción de dios sobre el alma.
El alma no tiene una ubicación oficial en el cuerpo de un individuo católico. Algunos la ubican en el cerebro, otros, en el corazón. Cuando muere el cuerpo, un alma católica tiene tres posibles destinos: el paraíso, el purgatorio o el infierno, y, eventualmente, todas vivirán en el paraíso.
Los yekuana, por su parte, creen que cada individuo, humano o animal, tiene 6 akato (alma o doble). O creían en la década de 1970, cuando el antropólogo David M. Guss pasó unas temporadas con ellos. Luego escribió el libro To Weave and Sing (Art, Symbol, and Narrative in the South American Rain Forest).
Las primeras dos almas, una ubicada en los ojos y otra en el corazón, son las que animan el cuerpo y se desdoblan en los sueños mientras el cuerpo descansa. Esencialmente buenas, su regreso al paraíso está garantizado, sin importar los crímenes que el individuo yekuana haya cometido. Existen, además, cuatro almas que absorben los pecados de cada individuo y que actúan con diferentes grados de maldad. La peor es el alma en la luna, que “reside al lado de cada ser humano, absorbiendo todos sus malos pensamientos y acciones malvadas” (p. 50, en inglés en el original). Está condenada a sufrir por siempre después de la muerte del individuo. En contraposición está el alma en el sol, medianamente bueno, que regresa al sol en el momento de la muerte. Además, está el alma en el agua, que es el reflejo del individuo en el agua del río y casi tan mala como la que está en la luna. Finalmente, está la de la tierra misma, que se manifiesta como la sombra que acompaña al individuo yekuana durante el día. Se dice que es malvada, aunque no tanto como la de la luna o la del agua. Al morir se queda en este plano, errando por toda la eternidad, recorriendo los lugares donde estuvo cuando estaba vivo. Los yekuanas dicen que es un enano pequeño cubierto por arcilla blanca descolorida.
No termina uno de entender del todo la diferencia entre alma y espíritu, ¡y esta gente proponiendo seis akato!