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Opinión: La reforma necesaria

El concejal Angelo Schiavenato explica su visión sobre el tema de la reforma a la salud

En Colombia el suero fisiológico no se usa para endulzar el café y los médicos no se toman el alcohol etílico, como lo cuenta Juan Luis Guerra en El Niágara en bicicleta. Pese a ello, el desabastecimiento de medicamentos y el déficit de especialistas son crudas realidades que diariamente cobran vidas en hospitales y clínicas. Afirmar que la reforma a la salud propuesta por el gobierno de Petro es inconveniente, no equivale a sostener que nuestro sistema de salud no necesita cambios. Hay una reforma necesaria de la que nadie está hablando, pues hoy todo lo que copa el debate público es la pugna política. Es hora de que el gobierno escuche y adopte una verdadera disposición para generar consensos. De lo contrario, todos pagaremos las consecuencias.

Voy a referirme a los cinco aspectos del sistema de salud que, a mi juicio, deben tener una agenda prioritaria, ya que constituyen el grueso de lo que yo denomino la reforma necesaria. El primero de ellos es la escasez de medicamentos. El control de precios, aunque supuso un gran avance que permitió un mejor aprovechamiento de los recursos públicos, también sacó a flote falencias no previstas por el sistema: algunas farmacéuticas priorizan la distribución a través de las droguerías -donde obtienen mejores ganancias- mientras disminuyen la oferta en el mercado institucional. Una posible solución tiene que ver con una mayor demanda de transparencia que obligue a los fabricantes que operan en Colombia a informar la destinación total de su producción, estableciendo un límite mínimo que debe destinarse al mercado institucional. La guerra de las ambulancias es otro de los males que debemos erradicar. Este es uno de los frentes que demostró que el régimen de competencia, pese a sus beneficios, no puede ser empleado en todos los casos.

El tercer problema es la falta de especialistas. Tenemos un sistema con mucha demanda y poca oferta. Según la Universidad El Bosque, en Colombia tenemos 1,5 especialistas por cada 1.000 habitantes. Debemos crear incentivos para que las universidades abran más especialidades en las regiones apartadas; ello supone una flexibilización de la normatividad para la apertura de los programas. Para ello, será necesario complementar con una gran apuesta tecnológica y de recursos. Finalmente, los tiempos de espera en urgencias y el eterno problema de las autorizaciones necesitan atención.

Todo esto me hace recordar lo que sucedió el 15 de marzo de 1917, cuando Alejandra Fiódorovna y sus hijos estaban acuartelados mientras miles de rusos se manifestaban en las calles de San Petersburgo amenazando con ingresar al Palacio de Invierno. Al final, la acumulación de malas decisiones y la desesperación hicieron que Nicolás II se convirtiera en el último zar de la Rusia imperial. Algo similar le ocurrió a la realeza francesa. Famosas son las representaciones de la reina María Antonieta celebrando un gran banquete, sorda e indolente ante un pueblo hambriento que acabó por asaltar el Palacio de Versalles. La historia se repite una y otra vez, como si de un eterno retorno se tratara.

Tales acontecimientos no son muy distintos a los que suceden en Colombia: marchas multitudinarias se celebraron a lo largo y ancho del país mientras el presidente, encerrado, celebraba su cumpleaños. Su respuesta no fue muy distinta a la de los altos jerarcas de Rusia y Francia: minimizar la protesta, insistir tercamente en su visión inamovible de país y creer erróneamente que “el pueblo” lo apoya ciega y de manera incondicional. El gobierno necesita reformar su talante. De seguir con la misma receta, el cóctel, tarde o temprano, hará que acabe por caer redondo como una guanábana.

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