Con el cambio de alcalde, la situación de seguridad en Bogotá no ha mejorado, por el contrario, estamos viviendo un recrudecimiento del crimen y la delincuencia. Parece ser que la aparente sensación de calma que tuvimos durante la primera semana del año no se debió a una gestión real contra la criminalidad, sino a los delincuentes, que salieron de vacaciones, pero hoy ya están de vuelta, haciendo estragos en la ciudad.
Los ciudadanos estamos siendo testigos de una preocupante ola de inseguridad que parece no encontrar freno alguno bajo la administración de Carlos Fernando Galán y los recientes casos de hurtos masivos en panaderías, cafés y restaurantes son solo la punta del iceberg de una crisis que ya está fuera de control.
En la Bogotá que Camina Segura, los únicos que se sienten en libertad para transitar por las calles son los criminales, no los ciudadanos. Así, los hurtos masivos en los comercios que hemos evidenciado durante las últimas semanas no son más que la evidencia de una ciudad que favorece a los delincuentes, quienes saben que pueden entrar a estos lugares donde encuentran concentradas a sus víctimas y después pueden huir tranquila e impunemente.
Es un crimen perfecto: fácil y efectivo. Así, es evidente que la sensación de seguridad ha desaparecido de nuestras calles, dejando a los ciudadanos en un estado de constante zozobra y desconfianza, mientras los delincuentes disfrutan de la impunidad e inacción de la administración del nuevo alcalde.
Ante esta situación, la inacción no es el único enemigo del alcalde Galán, sino también su propio ego y afán de relucir, que lo ha llevado a ignorar el problema por completo. De esta forma, el alcalde parece estar más preocupado por su imagen pública, con anuncios que generan vistas en medios, pero que carecen totalmente de contenido.
Este fue el caso del resonante anuncio de que durante el primer mes del año se habrían reducido los casos presentados de delitos de alto impacto en la ciudad. Sin embargo, al contrastar estas cifras con el registro de víctimas de la Fiscalía, vemos que solo en enero del 2024 ya se han registrado 2.790 víctimas de delitos en la ciudad.
Si comparamos esta cifra con las 19.865 víctimas de los delitos que registró la Fiscalía durante el 2023, vemos entonces que solo en el primer mes del año ya se han presentado cerca del 15% de las víctimas de delitos que tuvimos durante el año pasado.
Entonces, si esta tendencia se mantiene, lejos de tener una reducción en los índices de criminalidad en la ciudad, vamos a terminar el 2024 con la cifra de víctimas más alta en la historia de Bogotá. El alcalde Galán tiene que entender que el primer paso para afrontar la problemática de inseguridad que hoy vive la ciudad, es reconocer el problema. En cambio, Carlos Fernando Galán hoy parece estar más seducido por la efímera fama de los medios, que por buscar resultados para mejorar la vida de los ciudadanos.
Además de lo anterior, al nuevo alcalde le ha faltado firmeza y fortaleza para enfrentar con contundencia las bandas criminales que hoy le roban la paz, la vida y los bienes a los ciudadanos. Durante este primer mes del año hemos visto una falta de capacidad real de gestión por parte del alcalde Galán, no se le ve liderando el problema desde la primera línea del Puesto de Mando Unificado, no se ejecutan los programas prometidos como los micro cuadrantes y definitivamente no se siente que Bogotá Camine Segura.
Esta falta de gestión también se ve reflejada en la tibieza a la hora de tomar decisiones administrativas pero contundentes como la emisión del decreto que prohíbe el consumo y venta de drogas en el espacio público. El alcalde parece haber olvidado que el microtráfico es uno de los principales vectores para expandir la criminalidad en la ciudad: detrás del consumo de drogas viene el expendio y justo detrás la delincuencia; hasta convertir nuestros barrios en auténticas zonas de impunidad controladas por los grupos criminales. Por lo anterior, resulta crucial implementar medidas efectivas para combatir el tráfico de drogas como mecanismo para desarticular las peligrosas organizaciones criminales que están sembrando el caos en nuestras calles.
En conclusión, los recientes casos de hurtos masivos son el síntoma de una enfermedad que ya hemos padecido en la forma del microtráfico, la delincuencia común y, ahora también, del crimen organizado. Lamentablemente, aunque la enfermedad no es nueva aún no hay acciones, soluciones ni respuestas. La inseguridad a la que nos condenó Claudia López y frente a la cual el alcalde Galán ha decidido no actuar más allá de un discurso vacío de una Bogotá que no Camina Segura, está causando estragos en la vida cotidiana de los bogotanos. Es hora de exigir un cambio real y efectivo en materia de seguridad para nuestra ciudad, pero, sobre todo, es hora de pasar de las palabras a la acción.