Opinión

Opinión: Fiducia Supplicans

“Así las cosas, que el Vaticano ordene a los sacerdotes y ministros católicos en todo el mundo discernir cuándo y qué clase de bendición van a administrar sobre cada pareja homosexual que se acerque a solicitarla, es un avance doctrinal impresionante”: Julio Arévalo

El papa Francisco da la misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro, en Roma, el 24 de diciembre de 2023. (AP Foto/Gregorio Borgia) AP (Gregorio Borgia/AP)

El pasado lunes 18 de diciembre, el papa Francisco I promulga la declaración Fiducia supplicans, sobre el sentido pastoral de las bendiciones. En ella da un paso más respecto a dos de las promesas más significativas en el inicio de su papado, el 13 de marzo de 2013, desde cuando es reconocido como el prelado número 266 de la Iglesia católica.

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Como lo ha hecho cada Papa, Francisco promulga la constitución apostólica Praedicate evangelium, con la que, el 10 de marzo de 2022 establece la composición de la curia, estos son, los departamentos que le ayudan en el gobierno global de la Iglesia. Aunque Dicasterio nombraba el tribunal de diez secciones de heliastas que constituían el segundo tribunal de magistrados en Atenas, él estableció diecisiete; a saber: Evangelización, Doctrina de la Fe, Servicio de la Caridad, Iglesias Orientales, Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Causas de los Santos, Obispos, Clero, Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Laicos, la Familia y la Vida, Promoción de la Unidad de los Cristianos, Diálogo Interreligioso, Cultura y Educación, Servicio del Desarrollo Humano Integral, Textos Legislativos y Comunicación.

En julio de 2023, Víctor Manuel Fernández asumió la dirección del Dicasterio de Doctrina. “Tucho” es un teólogo erudito, que, entre más de 300 títulos ha escrito el best seller: “sáname con tu boca. El arte de besar”, a partir de la experiencia de las personas que besan, la poesía y la literatura, en 1995.

La unión de estos paisanos resulta estratégica ne procura del estatus de igualdad religiosa para las parejas que conviven sin haber recibido el sacramento del matrimonio, las que se conocen como parejas de hecho; por otro lado y sin confundir los conceptos, también buscan que la Iglesia Católica reconozca las parejas del mismo sexo.

Ahora bien, lo que la Iglesia Católica entiende por “bendición”, no es lo mismo que entienden las demás personas.

Para la doctrina católica las “bendiciones” son sacramentales, además de las consagraciones y los exorcismos.

Hay tres clases de bendiciones: las permanentes, que son para las personas y objetos dedicados al servicio religioso, las ascendentes que son todos los actos de adoración y alabanza realizados por los fieles, incluyendo la doxología y los símbolos que involucran referencias a la Cruz o la Trinidad y las descendentes, que son las más importantes, ya que atraen la ayuda de Dios sobre personas y cosas. La Iglesia Católica entiende que cumple la Voluntad y sigue el ejemplo de Cristo bendiciendo personas, lugares y objetos. Y siempre bendice en nombre de la Trinidad.

De la bendición que trata esta declaración es de la bendición solemne que hacen los sacerdotes, en el marco de algún rito religioso. No se trata del “Dios te bendiga” que se ha vuelto muletilla en el saludo y despedida cotidianos, sin que, en realidad represente intención real de atraer la ayuda divina sobre el interlocutor. Se trata de un rito de singular relevancia para el catolicismo.

Así las cosas, que el Vaticano ordene a los sacerdotes y ministros católicos en todo el mundo discernir cuándo y qué clase de bendición van a administrar sobre cada pareja homosexual que se acerque a solicitarla, es un avance doctrinal impresionante.

Para las personas católicas homosexuales se trata de un resultado más, en una confrontación de largo aliento, pues han debido luchar desde su fe y su cotidianidad con una institución en la que, seres humanos bastante imperfectos, señalan con fiereza y determinación a quienes observan conductas que se han posicionado estratégicamente como incorrectas.

No se puede dejar de pensar en los usos que el catolicismo ha dado a la moral, sobre todo para alinearse con las diferentes estructuras de poder en el transcurso de la historia, quedando del lado de imperios, dictadores, invasores, genocidas, xenófobos, torturadores de todos los estilos, saqueadores, violadores de derechos humanos, en empresas tan descabelladas como la inquisición, la conquista, la colonia y la esclavitud, por nombrar sólo algunas.

En el seno de la Iglesia Católica, mientras tanto, los individuos ordenados como ministros, observaban en secreto prácticas pecaminosas, cuando no, francamente depravadas, que han significado el repudio general, la pérdida de autoridad moral, cismas e incluso sanciones, que en ciertos momentos han llegado a la expulsión de ciertas órdenes religiosas o del catolicismo en pleno de alguna jurisdicción específica.

En ese orden de ideas, el paso es gigantesco, pues va poniendo la casa en orden, toda la casa, el mundo, en el sentido aristotélico, ya que va dejando claro que quienes no practican la heterosexualidad no son peores que quienes les condenan; y que, de hecho, atendiendo la invitación de Francisco, se trata de establecer formas de convivencia que permitan a todas las personas el reconocimiento individual de su lugar en la sociedad.

La experiencia muestra que las parejas no heterosexuales, así como las que se unen de hecho no son mejores ni peores que las que usan el rito del matrimonio para consolidar ese vínculo. La experiencia muestra también, que el mundo en la actualidad ha configurado una axiología diferenciada en la que, conforme a los diferentes contextos de formación y los escenarios de desempeño, cada persona va acuñando los valores que le son funcionales y desecha los que le resultan inconvenientes. Así, el ejercicio de la sexualidad es una sola entre muchas otras decisiones que, en conjunto determinan el ser del individuo, su carácter, su personalidad y las formas de relacionarse consigo mismo, con los otros y con el medio.

Entendiendo eso, además de esperar el cumplimiento de esta declaración, queda corregir paulatinamente el uso del documento bíblico como caballo de batalla para justificar la discriminación.

Uno de ellos, el pasaje de Sodoma y Gomorra es utilizado para asegurar que las ciudades en que se permiten las prácticas no heterosexuales verán llover fuego del cielo. Hay que leer bien, fueron destruidas por la falta de hospitalidad.

Y de eso, sí que están enfermas las ciudades en la actualidad.

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