En una de las escenas de Matrix uno de los antagonistas, Cipher, un traidor, saborea un pedazo de carne en un restaurante. Para ese momento, los espectadores sabemos que ese mundo en el que sucede esa escena es una simulación de máquinas para mantener atrapados a los seres humanos. Cipher mismo lo sabe, pero no le importa, como le explica al agente Smith: “Sabes, sé que este bistec no existe. Sé que cuando me lo llevo a la boca, Matrix le dice a mi cerebro que es jugoso y delicioso. Después de nueve años, ¿sabes de qué me doy cuenta? La ignorancia es una dicha”.
No es solo un planteamiento de Matrix. Unos años después Nick Bostrom, filósofo de la Universidad de Oxford, planteaba que, a menos desde la filosofía, existe la posibilidad de que no seamos más que la simulación creada por una civilización más avanzada o por humanos del futuro.
Elon Musk, de manera poco sorpresiva, también promueve esta idea y hace poco Rizwan Virk, desarrollador de videojuegos de MIT, planteó que “todo lo que se conoce en la actualidad hace parte de un mundo en el que cada quien se desenvuelve como jugador”. También es uno de los miedos relacionados con la inteligencia artificial: que llegue a un nivel tal que los seres humanos no podamos discernir lo que es real de lo que no.
Podría parecer ridículo pensar que lo que llamamos “realidad” sea una simulación, pero su poder, su nivel de ilusión es exitoso, precisamente, porque no tenemos manera de darnos cuenta de ello. El estupor que genera esta idea no es nuevo. De hecho, la idea en sí, actualizada y acorde con la llegada de nuevas tecnologías, es un reciclaje de la idea del mundo como ilusión (maya), una idea de raíces budistas o hinduistas que plantea que no podemos salir de él porque estamos obnubilados por nuestros apegos al placer o al dolor.
Hasta ahora, al menos para Occidente, el mundo como simulación es una idea excéntrica más cercana al mundo de la ficción que a los laboratorios. Pero, si descubriéramos que vivimos en una simulación, ¿cambiaría en algo realmente nuestra vida? ¿Qué podríamos hacer al respecto? Quizás para aquellos que creen que tienen un control sobre su vida, sería devastador. La mayoría, sin embargo, no nos diferenciamos mucho de Cipher, el personaje de Matrix. Nos encantan nuestros apegos, nos encantan nuestros motivos de placer, aun cuando sean transitorios y poco fiables. En mi mesa nunca faltan unos buenos pedazos de carne.