Algunas encuestas indican que Colombia es el país más feliz del mundo o está dentro de los países más felices del mundo; es muy difícil creer que en este lugar donde se mata por muy poco, donde hay desplazados, donde los políticos roban a manos llenas, se pueda ser tan feliz como dicen esos absurdos reportajes. Resulta complicado entender cómo un país donde cuesta tanto trabajo sonreír pueda ser un lugar feliz.
Lo que yo veo es un país con pésimo sentido del humor, donde nadie se puede reír de prácticamente nada. Como primera medida, la profesión de (buen) humorista en Colombia es peligrosa, a Jaime Garzón lo mataron por reírse de los políticos, los militares, los abogados, los celadores, en general por burlarse de la gente y de este caos que es Colombia; lo mataron porque mediante el humor criticaba todo lo que para muchos era normal. Hace poco al no tan bueno Alejandro Riaño lo amenazaron por su personaje Juanpis González. En general, cualquier chiste o burla, por inocente o bien formulada en Colombia implica una falta de respeto que puede ser castigada con un tiro en la cabeza.
Siguiendo con el tema, la situación actual hace que prácticamente no pueda hacerse humor de nada; en esta generación de cristal seguida muy de cerca por infinidad de personas que se ofenden por cualquier cosa, impide que alguien intente satirizar un colectivo, digamos de abogados, adolescentes o naturales de algún país. Frente a un buen cuento sobre estos, inmediatamente saltan los buenistas a protestar por la forma en que es tratado el colectivo víctima del chiste. A consecuencia de esto apareció la terrible autocensura que hace que sea el propio humorista el que deseche la mayoría de los temas que hasta hace poco tiempo se podían utilizar. La noción de respeto cada vez es mayor, faltar al respeto es muy fácil y ofende mucho, al calvo no se le puede decir calvo o al gordo gordo, ni qué decir de hechos más comprometedores como feo o torpe.
El día de hoy son imposibles humoristas que hasta hacen muy poco nos hacían reír. Hasta el muy infantil Condorito puede ser tildado de machista por la visión de Yayita y la bigotona suegra doña Tremebunda Vinagre. Ni qué decir programas como El show de Benny Hill, donde lo más ligero era la permanente tomadura de pelo a un viejito que lo mínimo que le hacían era golpearle la calva.
Desde hace algún tiempo en Colombia se puso de moda imitar personajes o acentos regionales, la boyacacuna o el campesino, el gomelo, o los personajes políticos de actualidad. Esta actividad, que en algún momento fue una gran novedad, pasó a convertirse en el principal sello de muchos humoristas mediocres y programas donde la imitación ya no es tan precisa y lo que dicen no son más que estupideces salidas de contexto que divierten poco.
Otro tema muy utilizado para intentar hacernos reír o al menos sonreír, también salió de una fórmula exitosa y es comentar con cierto grado de humor lo que nos ocurrió hace mucho tiempo y que hoy sería impensable. Los paseos de olla, la pólvora, 8 primos en el platón de una camioneta o la chancleta como instrumento de educación que muchas mamás utilizaron y que no nos dejaron traumatizados. Es divertido el tema pero por trajinado y reutilizado perdió la gracia.
Nos queda el humor que heredó Sábados Felices y que no es más que una serie de chistes mal contados que no hacen reír a nadie, de doble sentido y francamente ofensivos para cualquier persona que tenga más de dos dedos de frente. Peor aún son los programas radiales que generalmente hay que soportar en un taxi y que son una mezcla de mucho de los anteriores, imitaciones burdas y chistes de doble sentido francamente malos.
Entiendo que el momento es difícil, la violencia, la autocensura y la situación de excesiva sensibilidad hace complejo hacer buen humor, solo nos quedan unos buenos caricaturistas que han sido atacados, censurados, pero que han hecho una excelente labor de humor. Espero que aparezcan nuevas tendencias donde nos podamos reír de manera inteligente.