2004. Yo era estudiante y una compañera hablaba de una conocida a quien su novio le había pegado. Alguien le dijo “ella sigue ahí porque quiere”, y yo estuve de acuerdo, aunque no lo dije. ¿Cómo yo, que forré mis inseguridades con páginas de libros, que hablo duro para escucharme a mí misma, iba a terminar escribiendo esta historia?
Ese mismo año, la española María Nieves Rebolledo Vila, a quien tal vez conoces como Bebe, lanzó “Malo”, una canción con un coro pegajoso, que canté con rabia, a pesar de que dentro de mí latía la semilla de la duda… La frase “sigue ahí porque quiere”, resonaba en mi cabeza. No entendía que el dolor se va bordando de a poco, como pequeñas puntadas sobre una tela, y que solo cuando te alejas puedes ver la figura completa.
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Viajemos ahora a 2020. Según la fundación Justicia para todas, durante el año de la pandemia hubo 236 feminicidios en Colombia. El mismo informe revela que el lugar donde las mujeres tienen más probabilidades de ser víctimas es en su casa (93.7 %).
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Quiero escribir, escribirte a ti, porque sé que nunca leerás esto. Mi nombre es Angie y te quise. Y a veces te extraño, sobre todo cuando me pierdo y camino por nuestros caminos.
Estoy sentada en uno de nuestros parques. Aquí jugamos tantas veces a que jugábamos tenis… Había olvidado cómo llegar, pero mis pies me trajeron, como siguiendo un rastro invisible, infiltrado en el aire. ¿Me gustaba estar contigo en este lugar perdido en mi memoria?
Ahora estoy más fuerte. Recuperé mi voz. Ya nadie me dice que es molesta. Nadie describe mis defectos con la exactitud con la que tú lo hacías. Se siente bien tener un cuerpo que ya solo me pertenece a mí. No. No iba a ser tuya para siempre, como gritaste tantas veces con una rabia que aún no sé de dónde la sacabas. Miro la enredadera que cubre la cabaña en la que estoy sentada y siento miedo de que de repente te materialices. ¿Por qué sigo temiendo tus brazos que me apretaban como esta mala hierba? ¿Es verdad que estuve ahí porque me gustaba? Me gustaba, sí, tu abrazo fuerte, pero ¿me gustaba también cómo debilitabas este cuerpo que también te recuerda? Las rodillas que según tú no utilizaba desde 1995. Mi vagina horrorosa. Mis uñas chatas que cubrí con acrílico durante los años en los que nunca me tomaste de la mano. Este pelo esponjado que jamás viste sin cepillar. Estas arrugas sobre las cejas que quise desvanecer con inyecciones.
El viento frío abraza este cuerpo que querías destruir, pero hoy sigue conmigo, con todos sus defectos. Mucho tiempo después te pregunté por qué decías que ibas a acuchillarme o a pegarme un tiro en la cabeza o a romperme la cara con el pocillo en el que te había servido el café.
Celos, respondiste.
Celos de qué.
Celos de quién.
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No me convertí en un número de la pandemia. ¿Me quedé a tu lado esperando la siguiente marca en la piel para mirarme al espejo y reconocer como propio ese cuerpo que era tuyo entonces? ¿Estuve ahí para poder escribirlo hoy? ¿Por qué el amor propio era para mí algo menos real que tu amor? ¿Por qué era más necesario sentirme amada que amarme a mí misma? Ahora escucho “Malo” y entiendo que este cuerpo que hoy abrazo tiene tejida una historia que nos atraviesa a todas. Ninguna mano que aprieta, ninguna boca que amenaza, escapa de ella.
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En los primeros cinco meses de 2023 se registraron 213 feminicidios en Colombia, según datos de la Procuraduría. Si eres víctima de cualquier tipo de violencia, llama al 018000919748 a nivel nacional o al 122. O en Bogotá al 601 5702000, al 123 o a la línea 155.