En 1934, Scott Fitzgerald acababa de publicar su novela Tender is the Night –9 años después de The Great Gatsby–, y escribió a Hemingway para ver qué pensaba. Aunque eran amigos, el primero tendía a la melancolía y el segundo se asumía como un hombre de acción. En su respuesta, Hemingway escribió: “Es mucho mejor de lo que digo. Pero no es tan bueno como puedes hacerlo […] olvida tu tragedia personal. Todos estamos jodidos desde el principio y tú, especialmente, tienes que estar herido como en el infierno antes de que puedas escribir seriamente. Pero cuando recibas el maldito daño, úsalo, no hagas trampa con él. Sé tan fiel a él como un científico, pero no creas que algo tiene importancia porque te sucede a ti o a cualquiera que te pertenezca”.
Estas caminatas tienen como objetivo prestar atención a lo que está alrededor. Aún si es para hacer una vuelta, lo ideal es contar con suficiente tiempo para caminar a nuestro paso. La descolocación y asombro se pueden sentir al cambiar un poco la ruta habitual y meternos por calles que desconocemos; al tomar la misma calle de siempre, pero desde una acera distinta y en sentido contrario al habitual; incluso al tomar la misma dirección por la misma acera de la misma calle de siempre, pero con nuestra mirada en las ventanas de las casas o edificios.
Quizás a Fitzgerald le habría ayudado este tipo de caminatas. En cuanto a Hemingway, al parecer, “con los años […] cambió de opinión y reconoció que había sido demasiado duro con Fitzgerald […] cuando releyó Tender is the Night fue ‘aterrador lo buena que era’”. Le habría servido releer las primeras frases del Great Gatsby antes de escribir su respuesta: “En mis años más jóvenes y vulnerables, mi padre me dio un consejo al que desde entonces no he dejado de dar vueltas en mi mente. ‘Siempre que tengas ganas de criticar a alguien’, me dijo, ‘solo recuerda que no todas las personas de este mundo han tenido las ventajas que tú has tenido”.