Hizo un slalom extraordinario, incluyendo un hermoso caño al implacable Víctor Oshimen, que fue hasta el costado para tratar de frenarlo, pero que demostró las dificultades de marca de un 9 cuando quiere ponerse el traje de 3. Su escalada siguió hasta la esquina derecha del área, lugar en el que se perfiló y, con un zurdazo notable, dejó volando a Meret por los aires del antiguo San Paolo y al Napoli sin poder dar una vuelta olímpica que se ha venido aplazando desde hace 33 años. El muchacho, creador de aquel golazo, se llama Boulaye Dia. Fue el único electricista capaz de cortar la luz de una consagración.
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Porque a eso se dedicaba el delantero de la Salernitana en sus tiempos de pobreza en la adolescencia. A revisar cables y enchufes para poder subsistir, mientras que trató de apostarle al fútbol, lugar que estuvo cerca de no darle el espacio que este fin de semana se llevó en la Serie A. El atacante senegales, que con 29 partidos disputados, ha marcado 12 goles con los de Salerno -labor nada fácil la de hacer tamaña cantidad de anotaciones en un modestísimo club de la liga italiana-, fue rechazado de Lyon por su estatura y tuvo mala suerte en el momento que el histórico y venido a menos Saint Etienne lo convocó a una prueba: ese día, su padre, que jugó pero que por cuenta de las lesiones no consiguió alcanzar la rama profesional, le dijo que era hora de partir a la cita y ambos abordaron un vetusto Renault 21, una de las pocas propiedades de la familia. Y el bólido, empeñado en hacer que todo fuera más complicado para Dia, se varó y los dejó en medio de la vía. Después de un tiempo quiso probarse en el hoy tan de moda Wrexham, pero se intoxicó. Todo mal.
Finalmente y luego de recorrer un tortuoso camino -en el que seguía trabajando en una fábrica mientras jugaba en equipos menores como el Plastics Valeé FC y al Joura Sud. El Reims le echó ojo y fue hasta ese instante en el que se deslinda por fin de sus trabajos alternativos y agarra la pelota en jornadas de 24/7. Después la vida lo fue llevando al Villarreal, al Mundial 2022 -donde marcó un gol y fue escogido la figura del duelo Senegal-Qatar- y ahora a dejar al Napoli sentado y sin corona.
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Porque en serio que ya había fiesta en aquella ciudad que Goethe instó a mirar antes de morir -como aquella saga de libros sobre discos y películas que hay que ver antes de fallecer- hasta que el rayo africano silenció un ambiente que se había encendido luego de que Mathias Olivera, el gurí que haciendo las veces de 3, fue de 9 al área y metió un cabezazo que parecía, iba a quedar en la historia.
Boulaye Dia se encargó -al lado del mexicano Memo Ochoa, la otra gran figura del encuentro con cuatro atajadas determinantes- de apagar las luces y pedir silencio en Nápoles, al menos hasta el próximo jueves.