Y en todo este caos del fútbol colombiano: ¿los de la corbata qué?

“Hoy, y desde hace un buen rato, el fútbol colombiano es inviable. Hoy debe suspenderse el torneo. Hay que limpiar y reinventar toda la estructura”.

Batalla campal de hinchas Nacional contra la policía en el Atanasio Girardot
Disturbios Los Del Sur vs Policía - Atanasio Girardot

La violencia no es ni será jamás el camino. Desvirtúa todo lo bueno que se haya hecho, deja en la sombra los buenos argumentos y da pase libre para que los que quieren tapar sus cagadas eleven con más fuerza su dedo inquisidor. La doble, triple y hasta quíntuple moral se regodea y se lame los dedos al ver este escenario en el que aumentan los odios. Lo que ocurrió el domingo con la barra popular de Los Del Sur en el estadio Atanasio Girardot no tiene justificación, pero sí explicación, trasfondo, responsables y situaciones que se han sembrado por mucho tiempo. Judicializar a los vándalos es menester de los entes competentes, pero, a todas estas, en medio de este mierdero en el que está el fútbol colombiano (también desde hace un buen rato), los tipos de corbata, barrigas prominentes y buen whisky en la mano, esos de neuronas agitadas a la hora de mover el torniquete del negocio y que gritan a los veinte vientos que son los “dueños del fútbol y los clubes como empresas privadas ajenas a los hinchas”: ¿qué o qué? ¿De agache en todo esto?

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¿Qué podemos esperar en esta sociedad nuestra en cuanto a exigencia hacia grupos de muchachos que carecen de oportunidades sociales, económicas y culturales, y que buscan en la masa del fútbol un espacio de escape, de reconocimiento y de sosiego (bajo el manto de lo bueno y lo malo), cuando esos que dicen ser las cabezas pensantes, los llamados directivos del fútbol, constantemente dan tumbos en su accionar hacia las orillas de la duda, la soberbia y, peor aún, la corrupción y la deshonestidad?

Es que en medio de todo esto, cuando muchos de nosotros vemos lo que pasó en el Atanasio, miramos al que está al lado y decimos que son vándalos, que todos son un asco, que no sirven para nada y que hay que borrarlos de la faz de la tierra. Sí (repito y debo hacerlo porque el tema de deficiencia en la comprensión de lectura en este país es más contagioso que el covid): lo que pasó ese día es horrible, yo lo viví, yo estuve en el estadio, yo sentí miedo, me chupé una buena dosis de gas lacrimógeno y vi niños sufrir en un espacio en donde deberían sonreír, pero no me quedo en la solución facilista del juzgamiento, quiero ir al porqué, quiero saber qué han hecho los que mandan y si esos que dicen ser los “dueños del fútbol”, como “dueños”, han hecho bien su labor para tener un buen y sano espectáculo.

Activo mi memoria y recuerdo que esos de la corbata me deben 12.000 pesos de un carnet que nunca tuve y que se iba a utilizar como parte de una “supermegaestrategia” para controlar a los violentos del fútbol. Por cierto, esos pesos no solo me los deben a mí, se los deben a miles de colombianos (multiplique esos 12.000 por miles de miles y verá la platica que anda perdida por ahí). Recuerdo también que llevan hablando años y años sobre un dichoso sistema de cámaras de identificación que, sinceramente, no he visto que funcione ni para un video casero. Me llega el flashback de esas escenas en que los de la corbata se acusaban entre ellos porque unos hicieron mal el negocio de los derechos de transmisión del FPC en televisión y decían que los habían tumbado (entre ellos sí que se cosquillean). Y para no ahondar más en el amplio prontuario, no puedo dejar de lado el “cartel” de la reventa de boletas para la eliminatoria al Mundial de Rusia 2018. Esas corbatas fueron investigadas y acusadas, y solucionaron el tema con mucha, pero mucha plata y nunca fueron judicializadas. Se tapan sus cagadas con su propio estiércol y con la anuencia de sus amigos, todos “gente divinamente”, para mí: vándalos revándalos (pero shhh, de corbata…).

¿Cuándo hemos visto que desde estas corbatas “dueñas del fútbol” salga una idea para aportar a una política pública clara para trabajar, mejorar, formar o unir esfuerzos en pro del barrismo social? Es que ahora el discurso –muy facho por demás y pasado de moda– es que los hinchas solo sirven y son un actor que debe estar en el estadio en una función de “porrismo” y ya. Eso lo planteó Margaret Thatcher por allá en los ochenta con el lío de los hooligans junto a otras medidas que en su momento dieron resultado, pero hoy, hoy ese mismo país, esa Premier League que todos admiramos, tiene una mesa de trabajo con los hinchas. Ellos van adelante, nosotros, para atrás…

Además, ¿qué tipo de programas sociales van a implementar estos “dueños del fútbol” para trabajar con todos estos hinchas y con las barras, si la platica se la han gastado para pagar abogados y multas para tapar sus casos de corrupción y crimen como el revender boletas?

Desde el lado del periodismo tampoco es que no salvemos mucho. A la hora de acusar y pedir cárcel, los micrófonos y trinos resuenan, pero me pregunto, solo por poner un ejemplo: ¿conocemos alguna investigación profunda y juiciosa para destapar el escándalo de corrupción de la Federación Colombiana de Fútbol por parte (diré algún medio), por ejemplo, de Noticias Caracol? No, silencio en ese tema, es que esas “mangueras no se pueden pisar”. Para un lado sí, para el que no conviene, no. Eso no es periodismo. Periodismo es buscar los fondos sin importar los actores. Eso a punta de trinitos o de editoriales moralistas no es. Eso es buscando a las barras, escudriñando en su accionar bueno y malo, entendiendo lo que es el mundo del barrismo, su relación con los clubes, el comportamiento de esos clubes y también poniendo en la palestra el accionar de los tipos de la corbata, sin importar si son “los dueños del fútbol”, sin miedo a perder puestos o pauta.

No me quedo ahí, doy mi solución, mi propuesta. Hoy, y desde hace un buen rato, el fútbol colombiano es inviable. Hoy debe suspenderse el torneo. Hay que limpiar y reinventar toda la estructura. No más clubes pequeños que viven en modo rémora. No más complicidad de las corbatas para mirar hacia otro lado con casos como los de Cadena, el Cúcuta u otros clubes, la lista es larga. Se necesita una gran mesa de trabajo, un panel en el que, con la mediación y veeduría del Gobierno, se sienten en acción dialógica los hinchas, las barras, los jugadores, los exjugadores, los directivos, la empresa privada, los intelectuales y el periodismo (un periodismo que no vaya a solo a cubrir el evento, que vaya a aprender y a aportar).

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Una gran mesa que refunde un fútbol que ya venía podrido, pero que con lo que está pasando en Medellín, ahora está más putrefacto al involucrar en este escenario a la peor calaña de todas las corbatas: la del universo de la política, en este caso, la actual Alcaldía de Medellín. Todo esto bajo la sombrilla llena de huecos de una campaña electoral y del buscar votos. No puede haber más asco…

Esa suspensión del torneo, el llamado a una gran mesa que refunde este fútbol, ummm… nada de eso que propongo como un romántico más que disfruta del ir al estadio, va a ocurrir. ¿Por qué? (shhh, pasito, no lo digan muy duro): ¡porque les afecta el bolsillo, les daña el negocio, la plata es lo que más les duele, la pelota y los hinchas no les importa! Se comportan igual a lo que tanto están juzgando ahora, la diferencia es que ellos usan corbata y toman buen whisky.

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