He tratado de hacer todas las cosas lo mejor que puedo/No importa cómo lo intente/encuentro mi camino en el mismo viejo atasco.
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El sábado sí que ese estribillo se transformó en la verdad absoluta: con todos los trabajos que le cuesta al verdiblanco golpear en la puerta del adversario, por fin lo consiguió, sin embargo nunca tuvo en cuenta que en la noche sabatina nadie le iba a abrir ese portón que varias veces estuvo a punto de ser derribado en la que seguramente ha sido la más impetuosa actuación de este equipo, que a pesar del esfuerzo, termina tropezando con esa piedra que desde tiempos de Dudamel -postcampeonato- y Mayer Candelo no pudo esquivar: sus desgracias en el momento de hacer cruzar la pelota en la línea de gol.
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En contravía con las declaraciones posteriores del DT de Equidad Alexis García, que comentó que su club mereció algo más que un punto de su visita a Palmaseca, no hubo juego en el que -en mi concepto- más superioridad impuso el Cali en este campeonato, tal vez igualando la línea positiva que se le vio ante Atlético Nacional. Ojo, no fue brillante y Equidad tuvo un par de opciones ante Dawson, pero es que es difícil que el conjunto de Pinto cuente con tantas oportunidades y parece casi imposible que tenga 90 minutos más aciagos en eso de concretarlas.
Se encontraron al frente con un arquero que silenciosamente ha logrado hacerse a un espacio en el campeonato: Washington Ortega, uruguayo de modesta hoja de vida en el ascenso de su país (su currículum cuenta a Danubio B, Albion FC, Canadian y Sudamérica, equipo en el que alguna vez anduvo Carlos Arias, otro de esos buenos porteros que vino de aquel país) y que en Cali detuvo siete oportunidades manifiestas de gol. ¡SIETE! !Pero claritas!
Y Mantilla, justo el habilidoso de rulos, le tocó patear ante su exequipo un penal clave para ganar y para quitarse la terrible mufa con la que está cargando el Cali en el punto blanco, pero el hombre no lo consiguió tampoco. Unió su nombre al de Velasco, Gutiérrez, Viveros y Ramírez en el rubro de cobros no convertidos y que, al ser fallados, dejaron al Cali en el último puesto de la tabla.
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Con una dirigencia acostumbrada en los últimos tiempos al ridículo y al papelón, a la llegada de Embajadores de la India a venderse como mesías y salvadores de una deuda que parece insalvable, a una hinchada que desde tiempos de Alfredo Arias ha cruzado peligrosamente el límite que los ubica única y exclusivamente en las tribunas y a un promedio del descenso apremiante, el Cali se ha sabido quedar en el mismo atasco de siempre.