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Las marchas del Tirano

“Hoy la actitud de Gustavo Petro hace recordar al alcalde de antaño, impositivo, dueño de la razón": Diana Diago

Las marchas convocadas por Gustavo Petro siguen dando de qué hablar, no solo por su escasa participación sino también por las muestras de cómo es y cómo será su gobierno, poco democrático. Pero el cuento no para ahí, desde la idea de convocar una marcha el mismo día que estaba programada la movilización de la oposición, hasta su discurso de cierre en la plaza de armas del Palacio de Nariño, se reavivaron las preocupaciones de muchos colombianos que aún creen en la institucionalidad.

El presidente Petro, con su actuar, reafirma que no le interesa asumir su rol como representante de la unidad nacional, que priman solo sus intereses y los del grupo que siempre lo ha acompañado. Llamar a la movilización social el mismo día que la oposición convoca a marchar es un mal mensaje para la democracia, para la oposición y para el bienestar de nuestro país. Aunque se excusa en que lo hizo con el fin de provocar un gran dialogo nacional en torno a la reforma a la salud, esto se cae de su peso. El presidente no puede olvidar que convocó a marchar sin que la inmensa mayoría de los colombianos conocieran, pero sobre todo, entendieran la nueva reforma a la salud, que de reforma no tiene nada, es un nuevo modelo que borra de tajo los avances de más tres décadas en el aseguramiento de los Colombianos y que le costará a los ciudadanos, más de 50 billones de pesos.

Con su actitud solo profundiza la confrontación, la polarización y división del país. Es mentira su aspiración a un gran diálogo nacional, hoy la actitud de Gustavo Petro hace recordar al alcalde de antaño, impositivo, dueño de la razón, tal como se vio durante una hora y media desde el balcón de la Casa de Nariño: desde las alturas, le explicaba a sus súbditos como tendría que ser el sistema de salud colombiano, ideal para él, en detrimento de los derechos de muchos.

Más aún, Petro se mantuvo enfrascado en un discurso sectario donde no es él el representante del pueblo, sino el pueblo mismo encarnado y revestido con la legitimidad ciega que le dieron los 8 millones y medio de personas que votaron por él en la primera vuelta. Fue a esta población a la que Petro le habló el 14 de febrero y, lo peor, fue a esta población a la que llamó a defender ciegamente una reforma en las calles que ni siquiera han tenido el tiempo de leer. El mensaje fue más que claro: la reforma ya está radicada, no está sujeta a cambios porque fue elucubrada a partir de la divina providencia del presidente, y los súbditos, el pueblo, solo es un mecanismo de presión para defender la voluntad del supremo líder, aun a pesar del congreso, de la ley y la constitución que él dice defender.

No obstante, la jornada dejó una imagen positiva: Petro y el Pacto Histórico han perdido fuerza, ya no convocan como lo hicieron en época electoral. Sin embargo, las amenazas continúan, ya los jóvenes que instrumentalizo no se ven. Su gobierno les ha incumplido múltiples promesas, como ser el gobierno del cambio, Gobernar con transparencia y eficiencia. Los que se vieron en las marchas fueron los contratistas y sindicalistas que tiene que apoyar la permanencia del rey.

Por otra parte, el 15 de febrero, la marcha de la oposición mantuvo un carácter realmente ciudadano, sin presiones de gremios, sindicatos o contratistas. Acá estuvo la ciudadanía autónoma, pero sobre todo, muy inconforme y preocupada por los ataques del presidente en contra de la institucionalidad del país. En efecto, los anuncios del presidente y los ministros constituyen un insumo legítimo de alarma frente al cual es necesario movilizarse y demostrarle al presidente que, los 8 millones de personas a quienes les habla, no representan la voluntad popular de la nación colombiana.

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