No sé si algunos equipos ya están revisando de nuevo aquella maravillosa película de Peter Cattáneo en la que en medio de una grave crisis de identidad y de empleo en Sheffield, un grupo de amigos que parece ya están jugados en la vida, deciden darle un vuelco a ese desastre diario al que les toca verse sometidos. Entonces, para encontrar una mejor fuente de ingresos empiezan a coordinar, gracias a la iniciativa de “Gaz” Schofield -interpretado por Robert Carlyle, el mismo actor que es recordado por su magnífico papel de “Begbie” en Trainspotting- que todas estas almas rotas se unan para meter un timonazo a la adversidad. Así se convierten en strippers y empiezan a ensayar una coreografía particular.
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Al ser varios de ellos tan malos bailarines no encuentran la manera indicada para coordinarse, entonces surge la gran idea de simular -para coordinar una de las rutinas del show- los pasos que una defensa debe dar hacia adelante para enmarcar la posibilidad de dejar en fuera de lugar al adversario. Pues a partir de esa movida es que por fin entre ellos encuentran la armonía ideal para no desemparejarse a la hora de llevar a un buen lugar la coreografía prevista. Y el actual Mundial de Qatar en 2022 me lleva a imaginar que varios entrenadores están confiando en que en las ligas se sume lo más pronto posible ese bodrio de espanto llamado fuera de lugar semiautomático, una medida que busca frenar la posibilidad de hacer más goles por cuenta de esa estúpida leguleyada de hacer justicia a partir de la precisión exagerada.
Porque el asunto ya es tan antipático, esa extraña búsqueda de la mal llamada justicia a partir de quitar elementos de atracción al juego, que hace que, por lo menos en el Mundial, sea muy sencillo caer en esa trampa que le pusieron a la posibilidad de marcar tantos, en últimas, el objetivo de esta cosa que en algún momento se llamó futbol pero que por estos tiempos de extremos cambios debería llevar otra clase de nombre porque no es el deporte con el que alguna vez crecimos.
Los árabes de Hervé Renard entendieron de eso en el duelo que los llevó a la dicha cuando doblegaron a los argentinos. Amparados en la puntillosidad del nuevo offside, hicieron ver a los argentinos como inocentes amateurs tirando cada vez que pudieron el fuera de lugar. En dos partidos apenas, los de Scaloni han acumulado 12 fueras de juego en su estadística. Los latinoamericanos parecen víctimas de las circunstancias porque, aunque México les echó esa trampa a los argentinos, en la estadística general los de Martino fueron víctimas y victimarios: cayeron en offside 8 veces. Y Costa Rica 7. ¡Costa Rica que perdió 7-0 ante España y que contra los japoneses fue miedoso en su propuesta!
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Dependerá de los entrenadores saber cómo aniquilar este nuevo enemigo de la ofensiva. Y de ellos también dependerá que muchos de los goles que celebremos, terminen siendo frustrados por cuenta de aferrarse al offside y a la complejidad de la tecnología, que no tiene criterio para decir si puede omitir y pasar por alto un offside porque hay un cordón adelantado en la imagen computarizada.