Debe ser el más simple pero más brillante análisis táctico que pudiera hacer Julio César Pasquato, el conocido Juvenal, en uno de los tantos partidos que le tocó cubrir cuando defendió la camiseta de la revista El Gráfico. Tuvo que ir a La Bombonera en medio de la lluvia para cubrir un duelo entre Boca y Racing Club en 1991. El duelo, que era clave pensando en el campeonato, lo ganó Boca con una goleada concluyente: fue 6-1 y también fue allanar el camino en la consecución del título para aquella campaña.
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Lo qué pasa es que el juego en sí mismo, nunca tuvo tantas diferencias. La fuerza de los rivales fue pareja, más allá de que la cancha parecía una pista de saltamontismo por la cantidad de agua y barro que hubo en la lucha. ¿Realmente el encuentro sí daba para un 6-1? Claramente Juvenal explicó que no: incluso Racing había tenido más oportunidades de gol y acá es donde el análisis se hizo sencillo; el periodista escribió que Racing dominó el partido desde el medio y gran parte de los sectores del campo, pero nunca fue capaz de hacerse rey de las áreas, que es el sitio en donde el fútbol en la entrada la resolución de los conflictos. Boca, explicó Juvenal, dominó las dos áreas: la propia y la rival. La propia porque Navarro Montoya, portero de los xeneizes, detuvo nueve veces pelotas con destino de gol. Racing, a pesar de estar cara a cara, fue incapaz de derrotarlo por mérito del 1 pero también por la impericia de Carranza, Fleitas y el Turco García a la hora de la definición. Y en el área adversaria Boca contó con un Gabriel Batistuta implacable, sumado a la pésima tarde de Sergio Goycochea, portero racinguista y cómplice en tres tantos.
Y Juvenal concluyó con una frase clave: “si el 1 y el 9 fallan, las chances de estar más lejos de la victoria se hacen evidentes”. Eso le pasó al Junior en su duelo contra ese aguerrido y complicadísimo Deportivo Pereira que ilusiona a su gente.
Para fortuna del Pereira ocurrió lo que alguna vez apuntó Juvenal: si el 1 y el 9 fallan, todo puede estar perdido. Porque no es que el Pereira no hiciera méritos para ganar. ¡Claro que los hizo y su triunfo fue inobjetable! Eso no quiere decir que su contrincante no le diera un par de golpes de ventaja en momentos límite del encuentro. Luego de que Junior pudiera igualar un partido que tenía abajo 2-0, Carlos Bacca, su nueve de confianza y autor del tanto que inició la hazaña, se hizo expulsar infantilmente al meterle un hachazo innecesario a Johhny Vásquez y en un sector de la cancha en el que no existía peligro sobre la portería. Escogió el sitio más anodino para dar el golpe más insulso de su carrera y claro, tras revisión del VAR, se llevó la tarjeta roja. Con 10 el Junior empezó a pasar más aceite que el que podía resistir y vino el 3-2 a favor de los matecañas.
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Y en el momento más oscuro, un penal le rescataba a los barranquilleros una segurísima derrota. Sebastián Viera pateó en el 90 y marcó el empate 3-3 y salió a celebrar alborozado, tanto, que se quitó la camiseta y ya tenía amarilla. Fue ahí cuando el uruguayo -que pocas veces falla- hizo la misma cara que hace cuando uno cierra la puerta y se da cuenta que dejó las llaves adentro.
Sin el cerrojo uruguayo, con pocos minutos para jugar y con dos menos, Junior sí que extrañó al 1 y al 9. El desenlace se veía venir: errores, nerviosismo y el gol agónico del Pereira, el 4-3 que dejó al Junior pensando en una derrota amarga qué tal vez tuvo en sus manos haber evitado.