Cuando un político dice que no es de ni de derecha ni de izquierda, está mintiendo; por supuesto que hay matices, pero todos nos paramos en un lugar ideológico. La política “gluten free” puede caer muy bien en muchos sectores, e incluso ganar elecciones; pero sin excepción implica un engaño. Todos los políticos tenemos ideología, porque todos los ciudadanos tenemos una serie de creencias, valores, convicciones, posturas filosóficas y experiencias de vida que influyen en nuestras decisiones y en nuestra manera de estar en el mundo.
Un neoliberal puede jurar mil veces durante la campaña que es progresista para hacerse elegir, pero una vez en el poder, sus decisiones serán para privilegiar al mercado por encima de los derechos. Más que cambiar de ideología, lo que hacen los políticos es ocultar eso en lo que realmente creen.
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, es sin lugar a dudas una impostora, se hizo elegir con las banderas del progresismo y del cambio, pero en cada una de sus decisiones actúa como defensora entusiasta de la teología del mercado. Una prueba más de esto son las nuevas bicicletas Tembici. A Bogotá todo llega tarde, hace más de una década los sistemas de bicicletas públicas se tomaron las principales capitales del mundo, con excelentes resultados para los mandatarios que se quedaron con los créditos. En Londres, por ejemplo, las “Boris bikes” dispararon la popularidad del alcalde que llegó a convertirse en primer ministro del Reino Unido.
Nadie duda que las incontables fotos de López promocionando las nuevas bicicletas son para consolidar su imagen de política ambientalista de cara al 26. Pero aunque todos estemos de acuerdo en el impacto positivo que el uso de la bicicleta tiene para una ciudad, lo que vemos con Tembici es que en lugar de desarrollar un sistema verdaderamente público, la alcaldesa decidió tomar el camino fácil: regalar lo que no es de ella. Tembici es una privatización del espacio público, enfocada en establecer un modelo de negocio dirigido a los sectores más pudientes.
Surgen muchas preguntas sobre el nuevo sistema ¿De verdad la Alcaldía cree que las tarifas son baratas? Puede que para algunos afortunados 9900 pesos diarios no sean nada, pero para muchos bogotanos ese gasto puede ser una verdadera extravagancia. Ese cargo incluye cuatro viajes de hasta una hora a lo largo del día; y ojo, a ese valor hay que sumarle 900 pesos por cada vez que se retire la bicicleta de la estación. ¿Quién define la tarifa? ¿El mercado? ¿Durante cuánto tiempo se mantendrán estos “gangazos” de 9.900 pesos diarios, 31.990 pesos mensuales y 191.000 pesos anuales? ¿Por qué no se integró el pago con la tarjeta Tullave?
Si las bicicletas son realmente una solución de último kilómetro, su uso no debería costar más de lo que cuesta un transbordo del SITP. El afán de la candidata Claudia López por mostrar resultados termina en más de lo mismo: mucho discurso de inclusión y poco cambio en las políticas públicas, que más que buscar el alivio real a las problemáticas de la ciudad parecen pensadas exclusivamente para pavimentar un bicicarril al Palacio de Nariño.