El 31 de agosto de este año, la alcaldesa Claudia López, en una de sus acostumbradas rondas por la ciudad para hacer show en redes sociales, visitó la obra del intercambiador de la avenida Boyacá con calle 127. Muy al estilo de un consejo comunitario en tiempos de Uribe, la alcaldesa fue a hacer “microgerencia”, a suplantar al interventor y a grabarse en selfie mientras explicaba lo bien que iba esa obra. “¡Vamos bien!”, “Hay que explicarle a la ciudadanía que talamos un árbol y plantamos cinco”, “Mi tío vive en este edificio y me manda fotos todos los días”. ¡Pilas mi hermano!
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Pero esto le puede dar una valiosa lección: ir a grabarse en frente de las obras no sirve para nada. En lugar de desperdiciar el valiosísimo tiempo de su mandato en esos afanes pantalleros, la alcaldesa debería ser implacable al tomar medidas contra los contratistas que no cumplen sus tareas.
Pues bien, menos de dos semanas después de la detallada inspección de la mandataria, la obra se desmoronó como una galleta macarena. Buena parte de la obra de 213.905 millones de pesos y financiada con el impopular impuesto de valorización, se vino al piso ante la mirada atónita de los transeúntes que lograron captar el momento y, cómo era de esperarse, lo hicieron viral en redes.
Afortunadamente nadie resultó herido en el derrumbe del muro de contención, pero otra habría sido la historia si la falla se hubiera dado con la obra terminada. No se trata solamente de los cuantiosos recursos perdidos en el siniestro, se trata sobre todo de la confianza de los bogotanos en una obra que miles de personas utilizarán diariamente una vez esté concluida. La ingeniería no es una ciencia social sujeta a interpretación, es una disciplina capaz de dar certezas, de replicar sus resultados, incidentes como el del puente de Suba irremediablemente traen a la memoria de los ciudadanos incontables casos en dónde la corrupción en las obras públicas ha traído resultados catastróficos.
La alcaldesa, tan dada a grabar o a ser grabada durante cada segundo de su jornada, no ha dicho nada, los vecinos preocupados por la estabilidad del cerro no han merecido ni una palabra suya, ella sólo está para cortar cintas, las explicaciones, muy escuetas por cierto, las dio el director del IDU. Según el director todo está bajo control y el cronograma de la obra no se verá afectado por el derrumbe, esto la verdad es muy difícil de creer, pero si a algo nos ha acostumbrado el gobierno de Claudia López es a las mentiras.
Sería absurdo responsabilizar a la alcaldesa de este derrumbe, pero esto le puede dar una valiosa lección: ir a grabarse en frente de las obras no sirve para nada. En lugar de desperdiciar el valiosísimo tiempo de su mandato en esos afanes pantalleros, la alcaldesa debería ser implacable al tomar medidas contra los contratistas que no cumplen sus tareas, de eso en este gobierno ha habido poco. Lo que sí hemos visto es una tolerancia injustificada con algunos contratistas incumplidos, lo vimos en el caso de Bogodata, un software tributario inservible que le ha causado muchos dolores de cabeza a la ciudad, y lo vimos en los incumplimientos del contratista en el proyecto de la Casa Ecológica de los Animales, la alcaldesa incorruptible no les ha tocado un pelo y seguramente pasará lo mismo con los responsables de este derrumbe.