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La escritura maldita de Salman Rushdie

El sangriento ataque al novelista británico de origen indio mientras impartía una charla en Nueva York, deja claro que la fatwa sigue vigente

Salman Rushdie es, sin duda, un escritor polémico, tanto que en 1989 el ayatolá Ruhollah Jomeini, líder espiritual musulmán, lo condenó a muerte por haber publicado “Los versos satánicos”, un libro que según una fatwa (edicto religioso) difundida por la prensa iraní en febrero de ese año, era un insulto al islam y un ataque indolente a la figura del profeta Mahoma. Días más tarde, una edición completa de la novela ardió en una plaza pública de Teherán. La misma suerte corrió el libro en países como Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladesh, Sudán, Malasia, Indonesia y Qatar.

Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés, fue baleado cuando abandonaba su residencia de Tokio. El asesino resultó ser un joven que aseguró seguir las órdenes de Alá. Lo mismo pasó con el traductor italiano, quien murió desangrado camino a un hospital de Milán después de recibir varias puñaladas en el estómago y el pecho por un desconocido. La tercera víctima de esa cacería fue el editor sueco William Nygaar, quien recibió varios disparos cuando se dirigía a su residencia en Oslo. La victimaria fue una mujer que gritó “Alá es grande” antes de apretar el gatillo. El precio tasado por la cabeza del escritor ascendía entonces a un millón de dólares.

A partir de entonces, Rushdie se convirtió en el escritor más custodiado del mundo. La editorial que publicaba sus libros en Londres le construyó un búnker donde el novelista permaneció encerrado un poco más de diez años. Allí, en 1990, redactó un largo ensayo que tituló “De buena fe”, en el que reafirmaba su respeto por el islam y la cultura islámica. Esta explicación, al parecer, no persuadió a los líderes espirituales musulmanes, quienes, por el contrario, aumentaron el precio por la cabeza del blasfemo traidor a dos millones y medio de dólares.

En 1997, la seguridad personal de Rushdie detuvo a un joven de origen árabe que pretendía saltar un muro y burlar las cámaras para llegar hasta la habitación donde descansaba el novelista. Al ser requisado, se le hallaron dos pistolas en un bolso. Un año más tarde, en Nueva York, después de que el gobierno iraní suspendiera la fatwa, la policía detuvo a un chico que intentó ingresar sin permiso al auditorio donde el escritor daba una charla. En la revisión le fue encontrado un cuchillo con el que pretendía darle muerte al autor de “Los versos satánicos”.

Durante muchos años, Rushdie ha declarado que lo único que pretendió al escribir su novela era contar un cuento que le había estado dando vueltas en la cabeza, “no ofender la fe musulmana” ni mucho menos declararles la guerra a sus máximas autoridades religiosas. No obstante, lo cierto del asunto es que Rushdie no solo escribió una historia polémica en la que dejaba ver su posición frente al islam, sino también en donde ponía en duda la santidad del profeta Mahoma, lo que se interpretó como la ridiculización de su imagen. Esta afrenta, expresó Jomeini, solo podía ser lavada con sangre. Además, el novelista fue acusado de apostasía, un pecado que según las leyes musulmanas debe ser castigado con la muerte, pues abandonar la fe islámica es una traición a Mahoma.

A pesar de la suspensión del edicto religioso por parte del gobierno iraní, gracias a los buenos oficios del gobierno inglés, la vida de Rushdie seguía pendiendo de un hilo, ya que los musulmanes consideran que este tipo de ofensas no puede ser perdonado por ningún hombre sobre la tierra. Por otro lado, existía la creencia de que la sentencia solo podía ser revocada por el líder espiritual que la emitió, pero el ayatolá Ruhollah Jomeini había muerto.

Rushdie expresó en una ocasión que la fatwa, independientemente de lo que haya dicho el gobierno iraní, no tiene fecha de vencimiento y podría ser cumplida en cualquier momento. Esta afirmación se hizo realidad este viernes 12 de agosto cuando el escritor desarrollaba en las horas de la mañana una presentación en la localidad de Chautauqua, al oeste del estado de Nueva York: un hombre subió al escenario y, sin medir palabras, sacó un cuchillo y le asestó diez puñaladas que afectaron, según los médicos que lo atendieron, uno de sus ojos, el hígado, los brazos y una parte del cuello. El hecho se produjo en tan solo veinte segundos, declararon algunos de los asistentes al evento.

El pronóstico del estado de salud del novelista no es alentador, según ha expresado uno de sus representantes, ya que permanece pegado a un respirador artificial que es monitoreado las veinticuatro horas del día. Solo esperamos un milagro, han dicho amigos y cercanos a Rushdie. La espera será larga, sin duda. Mientras tanto, la lucha de los médicos por mantenerlo con vida continúa.

(*) Magíster en comunicación.

En Twitter: @joaquinroblesza.

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