Creo que el triunfo de Petro se debió fundamentalmente a sus propuestas sociales. Es cierto que los defensores de la paz lo apoyaron en la continuación de los esfuerzos de paz, que ahora tomó la forma de la paz total, pero el caudal principal de votos fue la promesa de resolver la crisis social.
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En tal sentido, el proyecto de lucha contra el hambre corresponde con exactitud a la estrategia que se debería derivar de la afirmación anterior. Pese a ello, tal vez por la secuencia de los nombramientos, en el horizonte mediático la paz total ha copado el escenario. No sabe uno si ha sido algo deliberado, o simplemente, como dije, porque los primeros nombramientos fijaron allí el foco de sus declaraciones.
Cabe entonces una pregunta: ¿es conveniente ese preponderante sello pro paz resultante del foco mediático? Porque aunque todas las tareas del nuevo gobierno son desafiantes, parece más elusiva y aleatoria la llamada paz social. No depende enteramente el gobierno. Con el ELN, las negociaciones han sido difíciles, múltiples y fallidas. Y ni se diga lo de los Grupos Armados Organizados. El vicepresidente Naranjo lo intentó y ya se sabe que son clanes con poca o ninguna organización lo cual dificulta garantizar que quien negocia compromete de verdad a esas estructuras inorgánicas.
En cambio, si bien hay dificultades fiscales para cumplir todas las promesas sociales, lo que el gobierno haga, tiene efecto real.
Mirado el asunto así, me imagino que algún asesor hipotético de Petro podría decirle que haga más énfasis en lo social y que conduzca la paz total, al menos la de los GAOS, de manera discreta, a través de canales no muy vistosos.
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¿O será al revés? Quizás Petro considera que la paz, al menos en la fase de las negociaciones, es casi gratuita. Y que puede cosechar triunfos tempranos allí.
Si esta fuera la idea, lo recomendable es comenzar con la implementación del acuerdo del Colón ya firmado. Ahí están los mangos bajitos.