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Opinión: Una temporada en Bogotá

“La verdad es que muchos viven en Bogotá porque toca y no porque quieran”

Encuentro en un libro la frase “Es imposible que una ciudad no desempeñe un papel en tu vida, no importa lo bueno o malo que puedas decir de ella”. Y aunque la historia transcurre en la Nairobi de hace un siglo, no puedo dejar de pensar en la Bogotá de hoy, más ahora que fue elegida por la revista Time como uno de los cincuenta destinos para visitar en 2022.

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En la era de las noticias falsas y los medios sesgados, la Time es de lo poco rescatable. Y aunque no existe tal cosa como el periodismo imparcial, estamos hablando de una de las revistas que se siguen consumiendo masivamente porque ha sabido mantener su prestigio. Ella es responsable, entre otras cosas, de elegir al personaje del año, noticia que es replicada por los demás medios del planeta. Es decir, no estamos hablando de cualquier publicación. Aspectos como su apuesta por la sostenibilidad, sus interminables kilómetros de ciclorutas y su amplia oferta gastronómica le valieron entrar en la lista junto a ciudades como Seúl, Toronto y Doha, sede de la final del mundial de fútbol que se jugará entre noviembre y diciembre.

Mentiría si digo que la noticia no me sorprende, teniendo en cuenta que la capital del país suele figurar en los titulares de prensa por aspectos negativos: robos, trancones, contaminación y altos precios. Y todo es cierto, pero eso no quiere decir que no tenga cosas buenas. Entiendo que pueda ser incluida en un ranking de sitios para visitar, pero, siendo honesto, una cosa es vivir acá, y otra, estar de paso. A cualquier persona le diría que venga a conocerla, pero no le recomendaría a nadie que la convirtiera en su residencia permanente si puede evitarlo.

Por eso no deja de ser llamativo que alguien de un país rico se venga a vivir acá mientras que las filas para sacar pasaporte son eternas porque la mitad de sus habitantes se quiere ir a otro lado. Hace poco leí la historia de un neozelandés que se fue a vivir a Suba, y al margen de la sorpresa inicial, al final resultó que lo había hecho por amor. Si hay que elegir una razón para dejar un país como Nueva Zelanda por uno con inferior calidad de vida, esa es quizá la más valedera.

Porque, así suene feo, la verdad es que muchos viven en Bogotá porque toca y no porque quieran, porque pese a su precariedad, es la de mejores sueldos e infraestructura, porque en la capital hay oportunidades que en otros lugares no, consecuencia de ser un país tan centralizado. Y no pasa nada, que decirlo no quiere decir que uno la odie; como cualquier otra gran urbe del tercer mundo, esta ciudad te cobra por un lado lo que te da por el otro.

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Por eso resulta tan pertinente la frase del libro que estoy leyendo. Bogotá te marca y te hace quererla y odiarla, te llena de vida y te seca. Los sentimientos hacia ella son tan fluctuantes como su clima. El clima, ese fue otro de los factores elegidos por la Time para elegirla como uno de los destinos recomendados para este año. Y sí, esta ciudad es un paraíso cuando sale el sol, incluso cuando esta grisácea, pero parece que nunca les hubiera tocado colapsada cuando se suelta uno de sus aguaceros salvajes.

Algo deben saber los de la Time que los habitantes de esta cuidad desconocemos, y viceversa, los de esa revista pecan de ingenuos mientras que sus habitantes podemos dar cátedra sobre lo que significa vivir acá. En todo caso, mi recomendación se mantiene: vengan a Bogotá y gócensela. Eso sí, cuiden sus objetos personales y después de un tiempo devuélvanse a vivir sabroso a sus ciudades de origen.

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