Un día antes de que empezara la Copa América Femenina en Colombia, el jueves pasado, en la víspera del debut de la selección nacional contra Paraguay, se hizo oficial que no habrá Liga femenina en el segundo semestre, un absurdo y un bochorno increíbles. Quítele la palabra “femenina” e imagínese que un día antes de empezar la Copa América en Colombia se confirme que no habrá liga en el país, y así entiende el nivel de ridiculez de nuestra dirigencia.
Por eso, en plenos actos protocolarios las jugadoras de la selección, ante las tribunas atiborradas del Pascual Guerrero y la televisión nacional e internacional, levantaron sus puños en señal de protesta: porque no hay derecho a que la dirigencia colombiana siga tratando el fútbol femenino como un plato de segunda mesa con la excusa de la plata, cuando es más que evidente que el problema está en su falta de gestión y proyecto.
El caso es que en los recién inaugurados palcos del Pascual estaban sentados Alvaro González Alzate, vicepresidente de la Federación y el principal responsable de los vetos en la selección a las jugadoras que reclaman sus derechos; Ramón Jesurún, mandamás del fútbol colombiano para quien el fútbol femenino siempre ha sido un problema y una imposición y no una apuesta de crecimiento del deporte que rige, como manda la Fifa; y Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol y dueño de esta Copa América quien, al ver la protesta y entrarse de los motivos inmediatamente le dio la orden a Jesurún de que, como sea, Colombia tiene que tener una liga profesional en el segundo semestre.
Es que la solución de pañitos tibios de la dirigencia había sido anunciar a través de Fernando Jaramillo, presidente de Dimayor, que como no hay equipos suficientes para una liga, en el segundo semestre ésta iba a ser semiprofesional con clubes y escuelas de las diferentes ciudades del país. Muy bonito, muy proactivo y muy poco serio, como todo en esta Dimayor y en esta Federación.
Tras el regaño de Domínguez, el señor Jesurún le hizo saber a varios periodistas que sí habrá liga y que Dimayor la tiene que organizar (quién sabe cómo, porque por falta de gestión sólo siete clubes profesionales están dispuestos a tener equipo femenino, todos los demás se bajaron del bus ante la falta de organización y claridad de la Dimayor al respecto después de una exitosa liga con 17 clubes en el primer semestre), y se espera que este lunes se haga oficial la “patraseada” de la dirigencia mediocre sobre el campeonato femenino, pero queda en el ambiente una preocupación grande.
Hoy, a las 7 pm, Colombia enfrenta a Bolivia en el segundo partido de la Copa (el primero fue un gran 4-2 sobre Paraguay) y a mi me preocupan las retaliaciones que puedan tener las jugadoras por parte de los dirigentes tras esta victoria moral y mediática que es forzarlos a organizar una liga que no tenían en sus planes.
Y no exagero: por una decisión que el técnico Nelson Abadía nunca ha logrado explicar, están fuera de la selección Vanessa Córdoba (en el primer semestre la mejor arquera del fútbol mexicano y ahora nueva jugadora del Deportivo Cali para la Libertadores), Isabella Echevrry (la mejor central de Colombia, titular y figura en Sevilla y ahora nueva jugadora de Rayadas de México), Natalia Gaitán (capitana de la selección en Olímpicos y Mundiales, volante o central titular en Sevilla y Valencia, y nueva jugadora de Tigres de México) y Yorely Rincón (la mejor asistidora de la liga italiana con Sampdoria y tal vez la colombiana más reconocida n el fútbol mundial), todas con algo en común: haberle puesto los puntos sobre las íes a unos dirigentes misóginos que creen que pueden hacer lo que se les da la gana.
Estemos todos pendientes de qué pasa con todas ellas, con las actuales jugadoras de la selección y con las que están vetadas, porque esta victoria de ellas, que para los dirigentes es una humillación, seguramente va a tener revancha desde los que se sientan en el palco.