Pasó de todo con el no fichaje de Kylian Mbappé por el Real Madrid. Que si hubo traición, que si se burló del club, que si explotó el fútbol y los llamados ‘clubes estado” están acabando con el deporte pagando cifras imposibles de asumir por otros equipos. Todos debates válidos, pero por ahí vi uno que fue el que más me llamó la atención: el papel del periodismo en toda esta historia.
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Durante meses vimos a medios de todo el mundo, españoles principalmente, cubrir hasta el más mínimo movimiento del jugador, de sus compañeros en el PSG, de sus futuros coequiperos en el Madrid, e incluso de los dirigentes e hinchas. Todo era desesperante y nosotros nos lo tragamos sin chistar, poniendo nuestro grano de arena en este circo decadente.
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A veces digo que si hay algo peor que el periodismo deportivo colombiano es el periodismo deportivo español. Y sé que, además de ser una frase mala sangre, es también exagerada, pero en casos como el de Mbappé no lo tengo tan claro. Real Madrid es el club más poderoso del mundo no solo por su historia y su épica, sino porque tiene a sus pies una maquinaria mediática que ya quisiera cualquiera de esos clubes estados a los que dice combatir. No solo cubre cualquier movimiento del equipo, sino que magnifica cada uno de sus logros. Igual, tiene de dónde agarrarse gracias a las 35 ligas locales y trece Copas de Europa ganadas, pero eso no le quita que opere casi como una mafia de las noticias, que sea experta en manipulación y que tuerza el relato a su favor. Miente todo el tiempo porque dice la verdad que le conviene, y una verdad a medias siempre será una mentira.
El debate en cuestión afirmaba que los periodistas nos habíamos vuelto divas y que se nos había olvidado que lo importante era la información y no nosotros, por eso lo de Mbappé fue divertido. La risa no era porque el jugador eligiera X o Y equipo, sino porque la prensa quedó en evidencia. Se sintió dueña de la información y a diario lanzaba las más descabelladas historias y se agarraba de lo que fuera para tirar exclusivas. El periodista vive de dar noticias, faltaba más, pero esa sed por estar lanzando chivas a toda hora es de lo enfermizo que hay.
Desde que el francés pasó del Mónaco al PSG empezaron a vendernos la historia de que el sueño del jugador era vestir la camiseta del Madrid y que su trasteo a la liga española era inminente. Eso fue en 2017, así que calculen las novelas que nos ha tocado aguantar. Cinco años vendiendo que ya tenía casa en España, que había un precontrato, que se sabían las cifras del traspaso, que lo iban a presentar el mismo día con Haaland, que Benzema lo había convencido. De Mbappé analizaban cada frase y cada gesto, al punto de convertirlas en hechos y no en especulación.
Y ahora para justificar su comportamiento errático, la prensa misma ha dicho que fue asaltada en su buena fe, que sus fuentes eran confiables y que ella solo informaba lo que le decían. Eso puede entenderse, lo intragable es ver cómo los periodistas se ponían en la mitad de la historia con afirmaciones del estilo “Les aseguro que Mbappé jugará en el Madrid la temporada que viene”. Ese “Les aseguro” y expresiones similares es lo que rechina porque se creyeron el cuento de que el mundo giraba gracias a sus palabras. Ahora que se sabe que el jugador se queda en París, los mismos periodistas que lo adoraban y esperaban su llegada lo tratan de traidor y pesetero, e incluso alguno le deseó una lesión de ligamento cruzado de ocho meses para que se perdiera el próximo mundial.
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La credibilidad de la prensa quedó golpeada, pero eso no importa, que igual vive de vender humo y dar “exclusivas” que al final no se producen. Les da igual porque mientras haya gente que consuma su basura, ellos seguirán en las mismas. Este sábado se juega la final de la Champions League, al día siguiente son las elecciones presidenciales, y aún no está claro qué fanático es más ciego y manipulable, si el político o el de fútbol.