Apodo que llegó a su vida por cuenta de la pronunciación errática de un famoso payaso, según el mismo protagonista alguna vez le contó a Hernán Peláez, y hoy con un parecido físico a Ricardo Lavolpe sin bigote, se transformó en el hombre capaz de hacer el milagro de clasificar a un Bucaramanga que cojeaba y daba erráticos pasos durante la administración de Néstor Craviotto.El exdelantero, hoy convertido en un muy interesante entrenador, encontró la fórmula para poder frenar por un segundo el caudal de decisiones caóticas que alejaron a los búcaros varias veces de las finales.
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Porque a su dueño le encanta pegar timonazos sin pensar en la estabilidad de los pasajeros que se transportan en ese vehículo, el más querido del Santander. Imposible olvidar aquella vez que, siendo quinto en la tabla y a dos puntos del segundo puesto, echaron a Óscar Upegui después de perder un partido ante Alianza Petrolera. Craviotto se fue barranca abajo y parecía que se repetiría la historia de la desbandada técnica de un club que en apenas cinco años alcanzó a cambiar de DT 16 veces: Flabio Torres (en dos períodos), Harold Rivera, “Pecoso” Castro, Jaime de la Pava, Diego Cagna, Adolfo Holguín, Carlos Mario Hoyos, Carlos Giraldo, Hernán Torres, Sergio Novoa, José Manuel Rodríguez, Guillermo Sanguinetti, Luis Fernando Suárez, Upegui y Craviotto.
Apareció “Piripi”, una gloria del club que, al lado de “Kiko” Barrios en el ataque, condujo como delantero magnífico a que los canarios ocuparan el tercer lugar en el año 90. Y el que fuera gran atacante del Cali -el “Pibe” Valderrama y Redín trabajaron en 1985 para dejarlo siempre de cara a portería- Tolima y Millonarios entre otros, emprendió la difícil tarea de darle la vuelta a una realidad que estaba metida entre la niebla. Ganó seis, igualó en tres oportunidades y cayó ante Santa Fe, Junior, Medellín y Equidad. Esa racha final lo iba embolatando pero la victoria en Pereira y la mezcla de resultados y de goles terminó dándole su lugar entre los ocho mejores. Entre sus triunfos se destacan el debut ante Nacional, en la infausta noche del vapuleado Aldair Quintana, frente a Cali, que por esos tiempos no se sabía que iba a ser tan decepcionante, aunque el más valioso debió ser frente al Once Caldas y de visitante. Ese gol de Moreno al minuto 73 significó al final la diferencia entre uno que remaba contra la corriente en ese momento -los de Osma- y el Once, que durante la mayor parte del campeonato estaba dentro de los clasificados y que al final pinchó. Los búcaros hicieron 29; Once Caldas 26.
La reflexión también vale para aquellos que se quedaron al final sin premio: Santa Fe, que en algún momento se coló pero que no supo qué hacer con ese triunfo y al final se fue de Manizales con un empate que lo envió a la berma, igual que al local y Alianza Petrolera. Sobre todo los de Barrancabermeja, porque eran séptimos al arrancar la última jornada y nunca -ni cuando se enteraron que el Bucaramanga los sobrepasó en la tabla por goles- quisieron arriesgarse a buscar algo contra Millonarios. Huberth Bodhert metió 10 hombres al lado de Chunga del minuto 1 al 90. Jamás mostró, en un instante límite -de hecho pudo perder por dos o tres goles más-, la ambición que sus adversarios de región, sí.
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Bien por Osma, un tipo siempre tan trabajador como silencioso.
P.D: Y pensar que una invasión de cancha favoreció al final a Bucaramanga. ¿Qué hubiera sido de esta columna si los hinchas del Unión no ingresaban al campo en el famoso Unión-Bucaramanga y por cuenta de esa vergüenza? El juego, hasta antes de ese instante, iba 0-1 a favor del visitante. La sanción de la Comisión de Disciplina les dio el triunfo a los amarillos 0-3. Y esos goles también sumaron a la hora del balance.