Una de las primeras ciclorrutas que conocí fue la que bordea el costado sur del río Molinos, que nace en el cerro que queda detrás del barrio Santa Ana, al que de manera coloquial se le dice “el picacho de Santa Ana”. Atraviesa la ciudad de oriente a occidente a la altura de las calles 109 a 111 (las nomenclaturas cambian un poco de acuerdo con su trazado) y desemboca el el Humedal de Córdoba.
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A lo largo de su trazado lo bordean calles y pasajes peatonales muy agradables, puesto que en la mayor parte de su recorrido lo rodean zonas verdes y e incluso parques.
Desde hace unos 20 años, cuando se construyó la ciclorruta del río Molinos entre la carrera 11 y las inmediaciones del humedal de Córdoba, la Autopista Norte ha sido un obstáculo insalvable, lo que la hacía poco práctica para que alguien que quisiera trasladarse en bicicleta de manera eficiente del oriente al occidente de la ciudad.
Al despuntar este siglo, cuando comenzó a desarrollarse el sistema de ciclorrutas de la ciudad, yo recuerdo que el entonces alcalde Enrique Peñalosa hablaba de la necesidad de construir algunos puentes para que las grandes avenidas no interrumpieran la continuidad de las vías para ciclistas.
Yo pensaba que aquello no había pasado de ser una gran idea que había sido archivada, pero este puente parece hacer realidad esa necesidad, ya que es un hecho que un número muy significativo de bogotanos utilizan las ciclorrutas para recorrer grandes distancias y para ello necesitan rutas en las que puedan mantener un ritmo sostenido por varios kilómetros.
El puente del río Molinos es bastante grande y, además, muy vistoso. Su estructura en hierro aviva la nostalgia de quienes nos encantan los ferrocarriles. Un puente más sobre una vía que, cuando nació hace más de 60 años era famosa por sus tres puentes. El Primer Puente, en la calle 100; el Segundo Puente, en la calle 134 y el Tercer Puente, en la calle 170. Con este ya van, mal contados, 24 pasos elevados entre viales y peatonales entre Los Héroes y la 170. Si se hubiera mantenido la linda tradición del Segundo y el Tercer Puente, el día de su inauguración este nuevo miembro de la familia pasaría a llamarse el Noveno Puente.
Pero bueno, dejaré ese ese es tema de los puentes numerados para otra nota. Por ahora celebro esta nueva obra que muy seguramente estará disponible pronto.
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Aunque no tan pronto. El pasado Jueves Santo ya estaba instalada toda la estructura del puente así como las rampas en concreto en sus dos extremos. Pero aún falta trabajarle. De acuerdo con textos que se leen en páginas web oficiales del Distrito y en notas de prensa que se publicaron cuando se inició la obra, estaba previsto entregar el puente en enero de este año o, al menos, en el primer trimestre. Ya casi termina abril y todavía se ve cruda la cosa.
La verdad, me pregunto qué tan necesario es este puente. Dos cuadras al norte del río Molinos está la ciclorruta de la Avenida Pepe Sierra, que va paralela desde la carrera Séptima hasta el humedal de Córdoba. Pero bueno, puente es puente. Y si es para ciclistas y peatones, pues mucho mejor.