Antes de hablar desde esta angustia, les dejo claro que hoy no les hablo en nombre de todas las mujeres que forman parte del movimiento Feminismo Artesanal. Mujeres valiosas de todos los colores y de todas las creencias; mujeres que durante más de una década me han ayudado a tejer y destejer la realidad propia, pero también en diferentes colectivos.
En el movimiento hay mujeres de todos los colores políticos y también mujeres que se autodenominan apartidistas. Y yo, Mar Candela, tengo el deber de decirles que esto no es una iglesia de pastoras y ovejas, porque nunca una resistencia será un redil.
Empecé esto solita, con la convicción de la libertad de mi corazón y de mi alma. Inicié con profundos principios anarquistas, que con el tiempo se fueron afincando más en la línea Ácrata, lo que me convierte en una “anarcofeminista”. Una definición que antes me causaba terror usar en un país donde la ignorancia dicta que el anarquismo es equivalente a ser delincuente.
Soy una ciudadana libre que reconoce el voto de las mujeres como un logro fundamental en el feminismo. Y aunque no he creído mucho en los beneficios de la participación en el proselitismo, desde que tengo la edad he votado siempre como mi conciencia me lo ha indicado, en el momento coyuntural y político que nos encontremos.
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Votaciones que generan dudas
Fui jurado de votación obligada por el estado, porque en 1991 se estipuló que todo ciudadano con cédula debe prestar un servicio obligatorio a la democracia y estar listo al llamado en elecciones. Quién no quiera cumplir con ese llamado, tendrá que pagar 10 salarios mínimos.
Con el ánimo de que esta columna sea leída hasta el final, no me voy a extender con los detalles. Sin embargo, les puedo contar que la experiencia fue absolutamente negativa en todos los aspectos humanistas y filosóficos. Después de trabajar más de 12 horas puedo decir que no valió nada el esfuerzo, porque finalmente los conteos fueron saboteados y hoy hay un manto de duda sobre la democracia. Un manto que no es nuevo en este país donde ya es paisaje la corrupción, sobre todo en tiempo de elecciones donde se genera una especie de resignación frente a ella.
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Me angustia ser colombiana y sobretodo me preocupan aquellos fanatismos políticos que pueden llevarnos a una ola de violencia mayor a la que hemos vivido desde que tengo uso de razón.
Colombia nunca ha tenido paz. Las nuevas generaciones no han vivido lo que es un muerto en cada esquina de cada ciudad de Colombia, como sí lo alcanzaron a vivir nuestros padres y abuelos, por la lucha partidista que vivió nuestro país. Y a eso le tengo pavor, porque ya no sé en quién creer. Durante años yo voté creyendo en personas, pero en este momento ya no me alcanza mi fe para votar por buenas personas porque entiendo que la corrupción es tan grande que mi voto no alcanza a ser ni siquiera simbólico.
No había garantías para un reconteo, y eso nos lleva a no tener garantías ni certezas en los resultados de las presidenciales. Esto de ser colombiana, más que una angustia, es una agonía. Una parte de mí entiende que hay que votar por alguien, y otra parte de mí siente que su voto no vale nada.
" Invito a que voten por o no voten, solo háganlo a consciencia "
En estas elecciones no sé qué haré con mi voto pero, lo que sí sé, es que mi deber ético es invitar, no solo a las mujeres sino a cada persona, a hacer un voto consciente. Sí aún hay algo de esperanza dentro de ustedes en esta democracia participativa, por favor no duden en votar y sindeciden voto en blanco o, no votar hagablo después de un verdadero proceso reflexivo. Esta desesperanza política que hoy estoy sintiendo espero que sea pasajera. Nunca he creído que el Estado pueda resolver los problemas de fondo de la construcción social. Pero estoy convencida de que es necesario tener un estado menos tóxico y por eso creo que hay que votar por convicción lejos de los apasionamientos.
No nos dejemos amedrentar por esa inquisición política que persigue a toda persona que no quiere votar por las mismas opciones de siempre. El voto es secreto y nadie está obligado a contar cual es nuestro voto. Cuando votamos lo hacemos por diferentes razones pero ninguna es por obligación.
No votar también es una opción dentro de la democracia y son los políticos los que, mediante sus propuestas, tienen el deber de convencernos de votar ellos. Yo estoy cansada de la superioridad política de quienes defienden candidaturas a capa y espada. Cansada de perder gente querida y valiosa a razón de mi mirada política. Sin embargo de lo que no me puedo cansar nunca, es de invitarles a conservar la dignidad política de la decisión consciente.
Mientras yo resuelvo mis conflictos éticos referentes al voto y descubro alguna salida para mí, mi deber ético es invitarlas a tomar una decisión pensada, autónoma y libre. Voten. Y si no quieren votar, hagan algún ejercicio pedagógico que deje sentado el precedente de esta inconformidad.
El derecho a decidir conscientemente
Si en algún momento en este país estalla una ola de violencia sin precedentes, será de esas que no nos permite mirar a otro lado mientras que recogen los muertos sino que nos los expone en la punta de nuestra nariz para que no podamos evadir el dolor de la injusticia social. Cuándo eso suceda aquellos políticos de todos los colores, que con sus discursos llenos de cizaña, se encargaron de incendiar las pasiones políticas nuestras y nos llevaron a defender la paz y la justicia social con derramamiento de sangre, con hambre y miseria -porque eso es lo que es una guerra-, serán los primeros en sacar a sus familias, en irse y dejar el país incendiado.
La construcción de paz tiene que ser una convicción. Y para eso necesitamos el derecho a decidir conscientemente sobre la realidad que enfrentamos como nación independiente. De lo que pensemos hacer con nuestro voto tenemos que comprender que lo único que no podemos hacer es apoyar a quienes nos venden miedo y terrorismo.
Cada día que pasa me duele más ser colombiana. Cada día que pasa tengo menos esperanza y de corazón quiero recuperarla, porque la necesito para seguir construyendo una Colombia mejor. Pero si por alguna razón yo no puedo recuperar la confianza política, espero ver a todas las personas que me rodean tomando una decisión en libertad y en consciencia sobre su voto.
Colombia en libertad y divergencia
Necesitamos una Colombia donde realmente podamos vivir en libertad. Una Colombia donde se pueda hablar de política sin miedo y podamos aceptar que la democracia también es el derecho a la inconformidad política ,a la apatía, a las decisiones diferentes.
No importa si eres de derecha, izquierda o de centro. Ni siquiera importa si no perteneces a ninguno de esos colores políticos. Lo único que importa es que tu participación política, desde la esfera que se haga, sea consciente y donde tu aporte a la construcción de país sea un aporte desde el convencimiento y no desde el miedo. Necesitamos una Colombia putamente transformada y esa transformación solo vendrá del ejercicio ciudadano y político consiente, sea cuál sea.
En lo personal ya no quiero más “gobiernos antiderechos” y ya no quiero un país gobernado para algunos y no para todos. Aunque todavía no tengo Claro que voy a hacer con mi voto, lo que sí tengo claro es que la vida misma es un postulado político. Lo que tú decides hacer cada día con tu existencia, es una apuesta política. Tu voto es tuyo y de nadie más. Tu voto es tu decisión y es nuestro deber leer las propuestas. Es nuestro deber investigar a los candidatos y es nuestro deber asumir una posición frente a las elecciones y aunque esa posición sea divergente no importa porque la divergencia también forma parte de la democracia y la libertad.