En una entrevista a Pep Guardiola, publicada en Youtube por el Canal “Gol” el 24 de julio de 2019, el periodista Aitor Lagunas le pregunta: “¿Qué circunstancias se dan en el City (y en la Premier League) para que no solamente vayas a renovar tu cuarta temporada, sino que además hayas renovado hasta el 2022?”. Respuesta: “Pues que lo tengo todo. Estoy en un Club que no me juzga sólo por si gano o pierdo… aquí no dudamos nunca de lo que tenemos que hacer…tengo un equipo joven…me siento querido, en Inglaterra hay una cultura en la que te apoyan ganes o pierdas”.
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Me encantó la frase sobre el apoyo incondicional. Y recordé el pasado 21 de noviembre cuando Millos venció a Nacional en Medellín. “Un partido perfecto”, dijo la crítica especializada. Hablaban del equipo de Alberto Gamero. “Contra el encopetado (¡me gusta este adjetivo!) Atlético Nacional en Medellín”, dijeron. “Una cátedra de lo que significa “presión alta” en el fútbol”, expresaron. “Gamero se graduó como Técnico Moderno”, sentenciaron. Y sí, fue un partido perfecto. Fue la demostración más pura del fútbol que puede llegar a jugar el equipo dirigido por el profesor Gamero. Lirismo acrisolado (si no la conoce, búsquela en el diccionario). Ese día los puristas del fútbol tuvieron con qué profetizar: “Si Millos juega las finales así, está para campeón”. Y claro que estaba para campeón, pero de haber jugado todos los partidos así.
Los que llevamos años viendo fútbol (y con esto no quiero decir que sepamos mucho, más bien que estamos viejos), sabemos que cuando un equipo de fútbol hace un partido así de perfecto, difícilmente logra repetirlo en los siguientes juegos. Eso es lo normal. Y eso fue lo que le pasó a Millos en las finales. Con una frase escueta se resume todo: Millos se desinfló. Lo que fue una brillante campaña -en la que todos esperábamos terminara con el título- se vino a pique en los 6 partidos del cuadrangular. Con todo y que se lograron 11 puntos. Sólo uno menos que el Deportes Tolima, clasificado a la final.
Con la eliminación vinieron los reproches, la búsqueda (inútil) de las razones. Que todo se perdió en el primer partido contra América en Barranquilla, en esos 5 minutos finales de desconcentración. Que todo se perdió en el penalti que falló Juan Pablo Vargas contra el Tolima en Ibagué. Con ese balón, que se fue a la luna, se fueron las ilusiones del título azul. Que todo se perdió en el último minuto contra el Tolima en Bogotá, cuando en una desconcentración regalamos el gol del empate. Todas razones válidas, todas verdaderas. Como en una de esas encuestas de preguntas de opción múltiple, cuando uno debe marcar en una casilla: “todas las anteriores”.
Así se nos fue la final. Así se nos fue el mejor año calendario desde que se juegan los torneos cortos. En el 2021 el Millos de Gamero obtuvo 88 puntos y pasó a la historia como el equipo con mejor rendimiento (en puntaje total) desde que se juegan los torneos cortos. Superó al equipo de Russo en 2017 (86 puntos) y al de Pinto en 2019 (87 puntos), referentes en esta estadística. Para los amantes de los números, este equipo de Alberto Gamero pasará a la historia por romper el récord de puntos logrados.
Pero también pasará a la historia por no haber salido campeón. A pesar de tener al goleador Fernando Uribe. A pesar del gran semestre de Macalister Silva. A pesar de Daniel Ruiz, la nueva joya tipo exportación, que brilló con luz propia en el medio campo. A pesar de haber consolidado dos defensas centrales fuertes, ordenados y serios: Llinás y Vargas. A pesar de haber afianzado la mejor pareja de volantes “cabeza de área” o “volantes de marca” del fútbol colombiano: Giraldo y Vega. A pesar del fútbol ordenado y vistoso que logró en varios partidos del torneo. A pesar de ese partido perfecto contra los verdes en el Atanasio que nos invitó a soñar con la estrella 16.
Como dijo Pep Guardiola sobre los torneos en los que no salió campeón: “Sí, fracasamos, no lo voy a negar. Pero eso nos sirvió para mejorar. Esto es fútbol y hay unos que ganan y otros que pierden. Estoy en un Club que no me juzga sólo por si gano o pierdo… aquí no dudamos nunca de lo que tenemos que hacer”. Como me gustaría que Gamero sintiera ese mismo apoyo incondicional del que habla Guardiola. ¡Vaya, que hay años luz entre los hinchas ingleses y los colombianos! De eso no tengo la menor duda.
Como tampoco tengo la menor duda de que este equipo de Gamero del 2021 es la mejor expresión futbolística de Millonarios en los últimos años. Al menos a mí este equipo me invitó a comprar partidos con la seguridad de que iba a ver un buen espectáculo futbolístico. Con la certeza de que me iba a deleitar con el buen fútbol que hace muchos años mi equipo no demostraba. ¡Cómo disfruté este semestre ver jugar a Daniel Ruiz (un zurdo-zurdo) por la banda derecha! Al estilo (perdón por la comparación) de Maradona en México 86. Nada más extraordinario en el fútbol que ver jugar a un “zurdo-zurdo” por la banda derecha. Eso no lo inventó Gamero. Ni siquiera sé si lo inventó Bilardo en aquel México 86. ¡Cómo disfruté al viejo “Maca”! Estos últimos meses están dentro de los mejores de su vida futbolística. Como un buen vino añejo (sí, ya sé que la expresión es trillada, pero ¿y qué pasa?) el fútbol de Macalister en pleno 2021 invita a sentarse y disfrutar. Se echa el equipo al hombro, se asocia con sus compañeros, hace la pausa, filtra pases como ninguno, dirige aquí, ordena allá. Es el líder de mi equipo. Un líder con el corazón azul. ¿Y nuestro goleador Fernando Uribe? 23 goles lo dicen todo. Disfruté como hace mucho tiempo no disfrutaba a mi equipo. ¡Y eso vale oro! Y eso lo logró el Señor Alberto Gamero.
Como premio de consolación tenemos Copa Libertadores. Si hubiéramos ganado el título, la Copa Libertadores sería la cereza sobre el pastel. Pues ya que no hubo título, será la cereza sola. Que el Niño Dios (o en este caso el Señor Serpa) nos traiga además de un arquero de categoría (¡Bienvenido Álvaro Montero!), uno o dos delanteros goleadores, un “falso nueve” (el reemplazo de Chicho Arango) y (en caso de que se vaya Giraldo) un reemplazo para el medio campo de la misma categoría.
Finalmente, en mi lista para el Niño Dios: que el profesor Gamero reciba de la hinchada la sensación -reconfortante para el alma- del apoyo incondicional. El -justo- reconocimiento al extraordinario técnico que es y al gran trabajo que ha hecho en Millonarios. Estoy absolutamente seguro de que lo mejor está por venir.