Las cartas, una forma de comunicación que unió personas que estaban divididas por cientos y cientos de kilómetros, muchas de las comunicaciones eran para llevar órdenes a las batallas, otros que estaban en combate, escribían para poder saber de sus enamoradas. Era el caso de Napoleón y Josefina, ese amor que pese a la distancia mantenía la llama del deseo, del sentir, del querer, unas letras llenas de fuego y amor puro que brotaban en la tinta y el sello de cera con el que lograban tener en privacidad su amorío.
En muchas de las misivas que este galán de siglo le enviaba a Josefina, lograba condensar su pasión por querer estar con ella y sentir el aroma de su piel, Napoleón amaba con locura y su amor era tan vivo, que el amar era algo que no se podía describir sino con la muerte “No pido amor ni fidelidad eternos, únicamente... la verdad, una franqueza ilimitada. El día que me digas -te amo menos- será el último día de mi amor o el último de mi vida.”
En la actualidad, esas cartas han desaparecido en gran parte, hoy todos prefieren enviar un WhatsApp, usar las redes sociales para comunicarse y las centrales de postal, poco a poco son usadas para llevar misivas, las nuevas generaciones les es más práctico un emoji de corazón o caras que dan un significado a un sentimiento, una acción o la forma práctica de decir cosas sin necesidad de escribirla.
Ahora entiendo a Napoleón, ahora entiendo ese amor candente que sentía por Josefina, veo en él la profundidad de un sentimiento en un mar de querer y solo estar donde le confesaba con sentimiento: “Adiós, mujer, tormento, alegría, esperanza, y alma de mi vida, a la que amó, a la que temo, que inspira en mí sentimientos tan tiernos que provocan una naturaleza y unas emociones tan impetuosas y volcánicas como el trueno” o “¡Un beso en el corazón y otro abajo, mucho más abajo!”. Así se despedía él de ella en una carta el 24 de abril de 1796 enviada desde Italia.
Las cartas como los libros han perdurado en la historia y un ejemplo para explicar este fenómeno lo pude encontrar en el libro de la española Irene Vallejo titulado “Infinito en un Junco”, un texto que debería ser obligatorio en todas las facultades donde se analice la historia y la comunicación, la forma en cómo recopila años y años es mágica, única que debe ser exaltada.
Nos hemos olvidado de escribir cartas, nos hemos olvidado de llenar de felicidad a las demás personas con ayuda de una hoja de papel y una pluma, nos olvidamos de lo precioso que es plasmar sentimientos, cambiamos todo eso por un celular, por un correo electrónico y dejamos de lado el medio más tradicional para llevar amor y entregar amor.
Hace unos días escribí una carta para alguien con quien estoy saliendo (yo se, ahora dirán que soy muy cursi) allí le expresé los sentimientos que sentía por él, resalto la magia de su compañía y cómo alegra mis días, pero haciendo el ejercicio de escribir, pude entender como al plasmar cada letra y componer cada uno de las palabras que le dan vida a los párrafos, deja reflejado que se puede sentir con solo escribir, la tinta se vuelve cómplice de eso bonito que queremos transmitir.
Debo confesar que aún llegan algunas y por la forma de la caligrafía, se puede interpretar que se trata de una persona adulta, la forma en la que escriben es muy respetuosa y así son las cartas, jamás llevaran un insulto, siempre serán peticiones, sugerencias, reclamos o simplemente mensajes de apoyo y felicitaciones.
Ese es el sentimiento que está muriendo, el olvido que damos a las cartas y las letras que, con el tiempo, se irán desvaneciendo.
Yo seguiré escribiendo cartas para mi amado, seguiré dedicando tuits y les seguiré leyendo en el camino, hoy cierro las puertas de esta casa que me acogió cuando me censuraron en otros medios, hoy me despido con la felicidad de haber llevado a ustedes las mejores columnas con responsabilidad y veracidad, hoy como en las cartas, solo será un hasta luego y una infinidad de gracias a Publimetro y su director, por brindarme una mano en medio de tanta penumbra.
A ustedes lectores, gracias, mi cariño siempre.