La calle 30, entre carreras Quinta y Séptima, ha adquirido una nueva facha. Durante mucho tiempo fue una empinada calle de un barrio obrero que nació a comienzos del siglo XX, cuando la cervecería Bavaria montó su planta de cerveza en el terreno que hoy se conoce como Parque Central Bavaria.
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San Martín y La Perseverancia (su vecino de la carrera Quinta al oriente, hasta la actual avenida Circunvalar) fueron dos de los primeros barrios que se formaron por fuera de la ciudad, que en el norte terminaba a la altura de la calle 28, en la iglesia de San Diego.
En la tercera década del siglo XX, la ciudad comenzó a expandirse hacia el norte, y San Martín y la Perseverancia quedaron rodeadas de barrios de clases más altas como el Bosque Izquierdo, La Macarena, La Merced, más adelante el Centro Internacional y también por dos parques emblemáticos: el Nacional, al norte, y el de la Independencia, al sur.
Además, en el vecindario estaba el Museo Nacional, la plaza de toros y a partir de 1979, el Museo de Arte Moderno. Un vecindario que tomó muchísima más fuerza al despuntar los años setenta con el surgimiento de las Torres del Parque. San Martín, con sus pequeñas casas (en una de ellas, sobre la calle 29 pocos metros abajo de la carrera Quinta vivió muchos años Jaime Garzón) quedó rodeado por una muy fuerte actividad empresarial, hotelera, comercial y cultural.
Durante décadas, los dos barrios aprendieron a convivir con sus más poderosos vecinos con mucha dignidad. Dignidad que ambos mantienen, aunque en los últimos tiempos las lógicas del desarrollo de la ciudad (que a veces son ilógicas) comienzan a separarlos, tal vez de manera definitiva.
Por un lado, esas casas, a espaldas de sedes bancarias, edificios de oficinas y vecinas del Museo Nacional y del llamado Centro Internacional comenzaron a ser llamativas para montar en ellas restaurantes y bares. Por el otro lado, con el auge de la construcción de los últimos años han comenzado a aparecer altas torres de apartamentos en el costado occidental de la carrera Quinta.
La calle 30, en particular, parece haberse adaptado muy bien a los tiempos que cambian, pero manteniendo su esencia. O al menos la esencia de sus fachadas, así ahora varias de ellas estén cargadas de colores y de pinturas murales.
No es la primera vez que el barrio se llena de colores. Entre 1970 y 1972, en la carrera Sexta, a espaldas del edificio de la Caja de Retiro de la Policía Nacional donde funcionó por años el Hotel Hilton y que ahora ocupan diversas entidades estatales, se estableció una comuna hippie y centro cultural que recibió el nombre de La Calle.
Desde hace unas semanas, muchos de estos locales agregaron unas pequeñas pero muy llamativas terrazas de piso de madera y barandas de metal negro que en estos tiempos de pandemia han permitido que sus clientes puedan sentarse a comer o tomar algo con la sensación de tranquilidad que otorga estas al aire libre. Estas terrazas van desde la Quinta casi hasta la Séptima y, a primera vista, me recordaron los asientos de los vagones del funicular de Monserrate. Me imagino que este nuevo paisaje urbano se sumará a los atractivos turísticos del centro de la ciudad. Da gusto caminar por esta nueva calle 30 de adoquines, colores y terrazas, aunque sería muy bueno preguntarles a los habitantes tradicionales del barrio qué opinan de todo esto.