Hubo un momento en la historia de Bogotá (podría decirse 1850, por poner alguna fecha necesariamente especulativa y discutible) en que la arquitectura de la ciudad comenzó a salirse del molde colonial, a buscar nuevos aires e inspiraciones en otras latitudes. Así surgió la llamada arquitectura republicana, periodo que se prolongó hasta las dos o tres primeras décadas del siglo XX, de la que se encuentran grandes ejemplos en el centro de la ciudad, en particular en lo que se conoce como La Candelaria y algunos otros barrios céntricos como Las Aguas, Las Nieves y Las Cruces. También los hay en varios de los cascos antiguos de los municipios que en 1954 se anexaron al Distrito Especial de Bogotá. Es decir, Usaquén, Suba, Usme, Bosa, Fontibón y Engativá. Mucha de esa arquitectura fue más bien modesta, austera y de bajo perfil. Es la que uno encuentra no solo en Bogotá, sino también en otras ciudades y pueblos de tierra fría.
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Al comenzar el siglo XX, la ciudad, hacia el norte, terminaba en la iglesia de San Diego, a la altura de la calle 28.
Hacia el norte, la siguiente parada era Chapinero. Ese espacio intermedio de alrededor de 30 cuadras comenzó a poblarse ya entrados los años treinta y cuarenta con las casas elegantes de La Merced, Teusaquillo, Palermo y La Magdalena.
Pero en algunos puntos aislados de ese trayecto, un par de décadas antes, ya se habían construido barrios aislados que mantenían la arquitectura propia del siglo XIX. Y aunque esos caseríos se convirtieron en barrios que la ciudad incorporó en la primera mitad del siglo XX, con los drásticos cambios de fisonomía que esto conlleva, aún de tarde en tarde aparecen, orgullosas, esas fachadas que evocan más la arquitectura de pueblos del siglo XIX.
En la localidad de Teusaquillo aún son bastante frecuentes en barrios como Alfonso López y Quesada, los que limitan con el costado norte de Palermo.
En algunas zonas de lo que se conoce como Chapinero Alto aún sobreviven algunas de estas casas, rodeadas de edificios de apartamentos. Es más, también es posible encontrarlas en sitios donde uno presupone que la modernidad llegó hace marras, como por ejemplo en la carrera 15 con calle 75. O en el corazón financiero de la ciudad, en la carrera 11 con calle 70A. Unas cuadras al sur, en la esquina de la calle 66, un grupo de casas se conservan bastante bien.
Cada vez son menos las que sobreviven con los rasgos originales de sus fachadas. Muchas otras se mantienen en pie, pero han sufrido tantas modificaciones (por lo general para convertirse en locales comerciales o talleres) que del modelo original solo conservan la atura original y no tener antejardín.
A pesar de encontrarse acorraladas y dispersas en zonas no denominadas como históricas o coloniales o de conservación(como si solo fuera histórico lo que se construyó antes de 1810), estas casas aún nos hablan de una parte del pasado de la ciudad que no fue pomposo ni señorial, pero que también forma parte de nuestra herencia y nuestra memoria colectiva.